A varias alternativas retadoras ha llamado la máxima dirección del país para «saltar sobre el bloqueo», afrontar la compleja actualidad y lograr el desarrollo que demanda la sociedad.

Una de ellas es la «resistencia creativa». Pareciera un juego de palabras, si no fuera porque esta constituye, al día de hoy, la decisión de los cubanos para levantarse por sus capacidades, desde el talento y la  inteligencia.

En la Isla de la Juventud vemos que, desde la propia base la innovación y la creatividad constituyen los principales pilares para suplir la escasez de recursos materiales, y se trabaja por «levantar» la producción de alimentos, mejorar los servicios en establecimientos estatales y privados, potenciar la logística que demandan sectores tan importantes como la educación y la salud; y propiciar los espacios que complementan todo un «entramado social».

Sin embargo, en ocasiones afloran actitudes que van en contra de «cambiar», o de «cambiar todo lo que debe ser cambiado», a favor de obtener resultados diferentes, es decir, mejores resultados. Porque de eso se trata: si con los mismos métodos y estilos, y con la misma gente no «se echa para alante», es  necesario cambiar: sobre todo lo que socava la motivación de las personas.

Urgen acciones como reducir al mínimo las reuniones, desterrar de una vez el burocratismo, y prescindir de informes inútiles y controles ineficientes. Lo digo con toda responsabilidad, porque, en su mayoría, el pinero siente que ocuparse en ello no produce ni da de comer a nadie.

Creo que es buen momento para repensar el tema: no estaría demás revisar cuánto de lo que hacemos o decidimos por unanimidad, ayuda y convoca a trabajar, a ser empáticos, a la unidad y la fuerza que nos hace falta para desarrollarnos. Hagámoslo, porque, si de algo podemos estar seguros, es que para «levantar» la Isla hacen falta los pineros, por supuesto que motivados y dispuestos.

Ser creativos, con mesura e inteligencia, es lo que aporta, contrario a métodos arcaicos que ya sobran y molestan.