Vivió con ruiseñores en el pecho esta cubana de leyenda. Para recordarla en el aniversario de su natalicio, no basta decir que fue magnífica intérprete de la canción contemporánea, porque Sara González significa un referente mucho mayor.

Cumpliría 73 años… «Cumple», diríamos, porque ella, sin proponérselo, erigió para sí un mundo donde existir en todas las dimensiones posibles.

Nació Sara Rosa González Gómez el 13 de julio de 1951 en Marianao, La Habana, en una familia humilde y trabajadora con un elevado sentido del patriotismo y un genuino amor por la música.

Esos valores la acompañaron siempre en su exitosa carrera. Fundadora del Movimiento de la Nueva Trova, poseía cualidades vocales excepcionales que le merecieron el respeto y la admiración en su Cuba querida y en cuanto escenario del mundo ofreció su arte.

Puede que hoy esté en los laberintos del recuerdo, en alguien de su tiempo y la evoque estudiando guitarra y viola en el conservatorio Amadeo Roldán, la escuela de tantos con vocación de músicos y ansias de cantar y contar la vida. 

Importantísimo para ella fue conocer, en su época estudiantil, a Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, exponentes principales de la forma de hacer canciones por la que optaría para  convertirse en la excelencia vocal que le puso  voz a Martí, y a hechos que convulsionaron la historia de Cuba.

Para recordarla en el aniversario de su natalicio, no basta decir lo que hasta ahora se ha dicho, porque Sara es referente existencial mucho mayor. De modo que es preciso mirar y verla: su voz tiritando en una Estela, su voz, bálsamo para cualquier herida…

Una mujer está de pie, sobre el escenario: se hace la música y entra el canto que clama, desde lo alto, por nuevos mundos, amores y esperanzas…

Todos los que la oyen permanecen bajo su embrujo, y aplauden hasta el delirio, desnudos de cualquier ferocidad y tristeza, este 13 de julio.