“No es fácil”. Esto es algo que muchos pronunciamos con frecuencia. Es una especie de slogan, una expresión “salvadora” cuando a veces uno quiere decir muchas cosas, sin hablar demás y, por ello, buscarse problemas.
Hace un tiempo, cuando daban aceite por la libreta todos los meses, un consumidor, acabando de comprar este producto en su bodega, pronunció la socorrida frase: “No es fácil”, me dijo. Miraba con desdén el pomo de un litro que llevó para comprar el de las tres personas de su núcleo, y agregó: “aquí falta la mitad del aceite de una persona”. Era verdad. Le sugerí que reclamara antes de salir de la bodega y respondió que no, que no valía la pena, además de “marcarse” por gusto.
Entonces recordé lo ocurrido unos meses atrás en mi bodega: alguien que exigía le midieran bien su cuota del “preciado ingrediente de cocina”, fue incomprendido por la gente de la cola porque “da lo mismo unos gramos menos que unos gramos más”, o porque por eso “nadie es más rico, ni más pobre”. Incluso, algunos miraban a la dependienta, negando con la cabeza, todo cómplices del “robo”, aludiendo que “hay gente para todo”.
“No es fácil”. Sí. “No es fácil”. Y es que a nadie se le ocurre pensar las cantidades enormes que hacen “muchos poquitos”. O sí, lo que pasa es que solemos solidarizarnos con “la búsqueda”, “la lucha por fuera” de los expendedores de cualquier cosa.
Me incluyo, a fuerza de sufrir las consecuencias de exigir derechos que alguien se ha encargado de torcer. Y lo peor de todo es que el pensamiento y acción de “No marcarse” o “No buscarse problemas” es ya un fenómeno generalizado. Así sucede en todos los ámbitos: “el coro” tiende a acompañar a los infractores.
No hay que abrir la boca para hacer el coro. Simplemente con quedarse callado, o acaso decir “ no es fácil, basta para “quedar bien” con todo el mundo; un mundo que, a todas luces, parece andar al revés.
Alteraciones de los precios, ocultamiento de mercancías, error en el pesaje, violación de decretos y resoluciones, entre otros muchos “bandazos”, están ante los ojos de las propias víctimas. Y nadie se atreve a defender los derechos de nadie.
Y !Ay del “atrevido” que se aventure a señalar una mancha a un organismo o institución… Cuando menos “llueven” insultos, amenazas y cuestionamientos, cuando lo que debiera mediar es un análisis del planteamiento, porque “cuando el río suena…”. Pero no. La mayoría de las veces, todo queda ahí, sin respuesta y “sin comentarios”…
No creo saludable el que la población vea que, contra toda lógica, que se legalizan el robo y las distorsiones llamadas a corregir. Se actúa a la inversa de lo que se debiera en diversas aristas de la sociedad: se defiende ultranza lo indefendible, y esto, al parecer, es “tendencia”. El llamado es a no sumarse a este mal que, al parecer, se arraiga en nuestra vida cotidiana.
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