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Legado de Carlos Juan Finlay  

Publicación: 13 Ene, 2025

Hace 191 años  nació en La Habana el eminente médico e investigador cubano Carlos Finlay y Barrés, más conocido como Carlos J. Finlay, pues de esa manera estampaba su firma en todas partes este gran benefactor de la humanidad.

Para tener una idea justa del legado de Finlay a las generaciones que lo trascendieron, hay que viajar a su tiempo:  las epidemias eran un agudo problema de salud en naciones tropicales. La fiebre amarilla, trasegada muchas veces por el infame comercio de esclavos,  diezmaba poblaciones de origen europeo y de naciones del Nuevo Mundo.

Carlos Juan Finlay, aunque era hijo de europeos y fue educado a partir de los 11 años en Inglaterra y Francia,  fue un cubano cabal, y en su formación incidió su primera infancia, cuando lo llevaban de paseo por haciendas campestres de La Habana.

Estudió medicina en el Medical College en Filadelfia, donde se doctoró en 1855. Graduado, decidió retornar a Cuba. Se estableció en Matanzas y más tarde en La Habana.

Práctico en terapias para afrontar epidemias agudas como el cólera, tuberculosis, y fiebre tifoidea -que él mismo padeció muy joven- se consagró al estudio de la fiebre amarilla durante años.

Entonces dejó de pensar en los llamados “miasmas del ambiente” y en el contagio personal y se enfocó en buscar un posible vector mediando entre las personas. Así, hacia 1881 pudo llegar a las irrefutables evidencias y de estas a la verdad científica: El mosquito Aedes Aegypti es el agente transmisor de la fiebre amarilla.

De ello, Finlay dejó constancia en la conferencia sanitaria internacional celebrada en la capital de los Estados Unidos, a la cual concurrió el epidemiólogo cubano. Fue un tiempo en que debió afrontar la indiferencia y el escamoteo de los resultados de su trabajo; pero lo hizo con valiente entereza, avalado por el caudal de sabiduría y experiencia.

En 1902, fue nombrado Jefe Superior de Sanidad, y estructuró el sistema de sanidad del país sobre nuevas bases. Desde este cargo le tocó encarar la última epidemia de fiebre amarilla que se registró en La Habana, en 1905, y que fue eliminada en seis meses.

En el contexto nacional actual, las campañas antivectoriales, entre otras acciones, permiten contrarrestar los males epidemiológicos ocasionados por el mosquito Aedes aegypti y otros agentes, cuyos antecedentes sobresalen por el trabajo del eminente científico.

El modelo del doctor Carlos J. Finlay es fuente inspiradora para trabajar con perseverancia y apego desde cualquier espacio a favor del desarrollo científico-técnico y del servicio de salud.

Hoy, en coincidencia con el la fecha de su natalicio, se celebra el Día de la Medicina Latinoamericana. Generaciones de galenos que han llevado a la práctica sus investigaciones son la expresión más genuina del valioso legado de Carlos Juan Finlay.

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