Este miércoles el escritor y periodista colombiano Gabriel García Márquez cumpliría 97 años. Las noticias hablan de que su casa natal en Aracataca está repleta de rosas amarillas. En Cuba se le recuerda por su valiosa obra, y su entrañable amistad con Fidel.

Recordamos al niño criado por sus abuelos, con los cuales empezó a conocer la magia del diccionario, el misterio de las letras, y los entramados de la vida y la muerte.

Evocamos al joven que intentó ser abogado pero una revuelta en Bogotá le cerró las puertas de la universidad, y un día se fue a un deslave que hubo en Medellín como periodista a escribir su primer gran reportaje.

Así comenzó a ejercer “el mejor oficio del mundo”, lo hizo sin academia, acaso con la influencia de los instintos de un ser humano que NO fue un indiferente a las injusticias y a las heridas de América Latina.

Recordamos al reportero empírico y sagaz que se refugió en la tierra azteca para dividir su pluma entre la inmediatez y sus novelas que -al decir de muchos- son las mejores del mundo. En ellas multiplicó por CIEN la soledad del apellido Márquez, y se supo que amaba las flores amarillas porque atraían la buena suerte.

Quizás por eso llevaba una prendida en el pecho cuando fue a Estocolmo a recibir el Premio Nobel de Literatura en 1982. Y volvió  con la misma felicidad humilde de Pablo Neruda y Gabriela Mistral cuando merecieron los suyos.

Él mismo contó que una mañana se vistió con su traje de lino blanco y fue al doctor. Al salir de la consulta llevaba en sus manos el diagnóstico de un linfoma. Gabriel García Márquez sobrevivió la enfermedad por 15 años…

El jueves 17 de abril de 2014 murió en su residencia del Pedregal de San Ángel. Al otro día, un Viernes Santo, el embajador de Colombia en México dio a conocer a la prensa el destino de sus cenizas: una parte de ellas quedó en suelo mejicano, y otra fue llevada a su pueblito natal en Colombia, donde hoy nadie olvida que allí nació hace 97 años.