El 2 de diciembre de 1972 no es solo una fecha en el calendario cultural cubano: es el momento en que la canción tomó un rumbo definido y comprometido.
Ese día se constituyó oficialmente el Movimiento de la Nueva Trova, cristalizando una energía creativa que venía creciendo desde finales de los años sesenta. La música dejó de ser únicamente melodía para convertirse en reflexión, crónica social y poesía con brújula ética.
La fundación del Movimiento de la Nueva Trova en la ciudad de Manzanillo, en la oriental provincia de Granma, el 2 de diciembre de 1972, representó la articulación colectiva de una generación de músicos que ya había comenzado a renovar la canción cubana.
Aunque los nombres más citados —Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Noel Nicola— son el eje más visible, el acto inaugural reunió y reconoció a otros artistas cuya presencia fue crucial para definir la estética y la vocación del movimiento.
Entre esas figuras destacan Sara González, una de las voces más poderosas y simbólicas del grupo fundador, cuya interpretación sólida y sensibilidad política la llevaron a convertirse en un referente femenino esencial del MNT.
También estuvo Vicente Feliú, trovador de enorme coherencia ética y autor de himnos generacionales como “Créeme”, quien participó desde los primeros espacios de articulación del movimiento. Junto a ellos se contaron Augusto Blanca, cuya obra aportó una línea más intimista y poética; Eduardo Ramos, músico y arreglista fundamental que integró el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC y ofreció una estructura musical más compleja al naciente movimiento; y Lázaro García, figura clave en la consolidación de la trova en la región de Cienfuegos y uno de los primeros en articular peñas, encuentros y espacios de formación.
La creación del MNT fue, más que una ceremonia, la afirmación de una identidad artística común. Su objetivo era claro: cultivar una canción pensante, heredera de la trova tradicional pero abierta a las nuevas sonoridades, y consciente del papel del artista en su tiempo histórico.
La música se asumió como instrumento de sensibilidad social y diálogo cultural. El 2 de diciembre selló así una alianza duradera entre poesía, compromiso y nación; una fecha en la que la trova dejó de ser gesto solitario y se convirtió en movimiento ideoestético.





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