Fue en la madrugada del año 1886 cuando dejó de latir el corazón de Rafael María de Mendive, enfermo y taciturno por constantes golpes de la vida. Aún zumban en los oídos las palabras de José Martí inmortalizando a su Maestro en Nueva York:
“Prefiero recordarlo, a solas, en los largos paseos del colgadizo, cuando, callada la casa, de la luz de la noche y el ruido de las hojas fabricaba su verso; o cuando, hablando de los que cayeron en el cadalso cubano, se alzaba airado del sillón, y le temblaba la barba”.
.Para Martí, Mendive fue más que un maestro, fue un padre, y así lo recuerda el hombre de la “Edad de Oro”, que por cierto, “lo quiere como un hijo”.
“Era maravilloso, y aquel poder de entendimiento con que de una ojeada, sorprendía lo real de su carácter”.
Según cuentan los historiadores…. En su casa y particularmente en su biblioteca, el joven Martí acostumbraba a pasar muchas horas, donde además de leer y estudiar conversaba con su Maestro.
La estrecha relación existente entre ambos puede apreciarse en el contenido de varias de las cartas que Martí le dirigiera.
En una escrita en 1868, Martí le confiesa a Mendive que a cada instante daría por él su vida “que es de usted, y sólo de usted. Y otras mil si tuviera”.Al detonar la Guerra de los Diez Años, ya el joven José Julián Martí Pérez era su discípulo.
Aquel maestro inolvidable costeó sus estudios, sembró los valores de patriotismo y honor, lo hizo su hijo espiritual, cánones que Martí enalteció para orgullo no solo de su maestro, sino de todo nuestro pueblo; ese maestro que al decir de Cintio Vitier: “era gallardo mantenedor de las más hondas aspiraciones del patriciado cubano y del irradiante colegio de luz”.
En otra misiva que se ha estimado la elaboró Martí a Mendive el 15 de enero de 1871, cuando estaba casi a punto de salir de Cuba como deportado hacia España, después de haber sufrido el presidio político y la realización de trabajo forzado.
Le manifestó: “De aquí a dos horas embarco desterrado para España. Mucho he sufrido, pero tengo la convicción de que he sabido sufrir. Y si he tenido fuerzas para tanto y si me siento con fuerzas para ser verdaderamente hombre, sólo a Ud. lo debo y de Ud es cuanto bueno y cariñoso tengo.
”Por el resto de su vida Martí recordaría a su maestro, a ese hombre que fue capaz de sembrarle en su corazón significativos sentimientos de amor a la patria.
Esencialmente el primero de julio de 1891 en un trabajo suyo publicado en El Porvenir, en Nueva York, al hacer referencia a Mendive, selló Martí: “De su vida de hombre yo no he de hablar, porque sabe poco de Cuba quién no sabe cómo peleó él por ella desde su juventud, con sus sonetos clandestinos y sus sátiras impresas.
”Y al puntualizar, Martí lo hace con las siguientes interrogantes: “¿Se lo pintaré preso, en un calabozo del Castillo del Príncipe, servido por su Micaela fiel, y sus hijos, y sus discípulos; o en Santander, donde los españoles lo recibieron con palmas y banquetes?; ¿o en New York, a donde vino escapado de España, para correr la suerte de los cubanos, y celebrar en su verso alado y caluroso al héroe que caía en el campo de pelea y al español bueno que no había querido alzarse contra su tierra que le dio el pan, y a quien dio hijos?”.




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