En la Isla de la Juventud, donde el sol calienta más que chisme de solar y el mar canta como trovador enamorado, la mujer pinera se planta firme como palma real. No hay quien le tumbe el moño cuando se trata de echar pa’lante, porque si algo tiene la pinera es que no se rinde ni aunque le digan que el tren no pasa por aquí.
Desde los tiempos en que se sembraba boniato con la luna llena y se hacía pan con más fe que harina, la mujer pinera ha sido el motorcito que no se apaga. En la vida social, es la que organiza el cumpleaños del barrio, la que sabe quién se mudó, quién se casó y quién está “en talla” con el vecino.
En la política, no se queda atrás. Ahí está ella, con su voz firme en las reuniones, proponiendo ideas, defendiendo causas, y diciendo verdades aunque le digan que “no es su turno”. Hoy, muchas ocupan cargos públicos con responsabilidad y entrega, demostrando que el liderazgo femenino no es moda, es necesidad. Desde delegadas hasta presidentas de Consejos Populares, y en la Asamblea Municipal del Poder Popular su presencia es cada vez más visible y decisiva.
Económicamente, son las que hacen magia con el salario, convierten tres libras de arroz en cinco platos y todavía les sobra para invitar al vecino. Pero más allá de eso, hoy la mayoría son emprendedoras: venden, crean, gestionan, innovan. Desde un negocio de dulces caseros hasta una pequeña finca agroecológica, la mujer pinera ha aprendido a ser su propia jefa, con la frente en alto y los pies bien puestos en la tierra.
Claro, los desafíos no son pocos: el machismo que a veces se disfraza de “preocupación”, la falta de recursos, y los “no se puede” que ellas convierten en “ya verás que sí”. “La mujer pinera no espera que le den permiso, ella lo pide después.” Porque la mujer pinera no solo habita la Isla: la transforma. Con voz propia, con visión y con una energía que no se apaga ni con apagón. Su liderazgo es una mezcla de compromiso, ternura y firmeza. Y aunque todavía hay camino por andar, ya ha dejado huellas profundas en la historia de su tierra.





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