En la penumbra inicial de la Sala Teatral Pinos Nuevos, tres siluetas aparecen como fragmentos de una misma historia: un hombre que arrastra sus frustraciones, una mujer que intenta sostener un hogar que se deshace, y un hijo que observa en silencio cómo la familia se convierte en campo de batalla emocional.

Así nace Reflexiones, la más reciente propuesta del grupo teatral TIJO, una obra que no pide permiso para entrar en la conciencia del público: llega, se instala y abre preguntas que duelen.

Desde los primeros minutos, la escena es una obra que envuelve. No hay ornamentos innecesarios: solo un diseño sobrio que potencia el conflicto, luces que parecen suspiros y una música que acompaña la tensión como un corazón latiendo detrás de cada diálogo.

TIJO apuesta por la desnudez emocional, por esa verdad escénica que no necesita gritar para estremecer. Los personajes, escritos con crudeza y honestidad, representan realidades que muchos reconocen sin querer admitir.

El padre se aferra al alcohol como si fuera un lenguaje; la madre carga sobre sus hombros el peso de una sumisión aprendida; y el hijo reproduce, como un espejo roto, las consecuencias de esa convivencia marcada por desigualdades, silencios y heridas acumuladas.

Lo que vemos en el escenario no es ficción distante: son fragmentos de nuestra sociedad, retazos de hogares donde se forman o se deforman valores y afectos.

Finalmente este sábado, cuando el telón se abra ante el público pinero, Reflexiones ofrecerá una oportunidad que va más allá del disfrute artístico. Nos coloca frente a un tema urgente: la importancia de construir familias donde la dignidad, el respeto y la comunicación no sean excepciones, sino la norma.

La obra nos recuerda que cada gesto, cada palabra y cada decisión dejan huellas profundas en quienes serán la futura sociedad: nuestros hijos.

Reflexiones propone algo más valioso: una toma de conciencia. Un acto íntimo, personal y necesario.