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Los jóvenes siempre cercanos, atendidos

Publicación: 8 Oct, 2025

En la Cuba actual, marcada por transformaciones sociales, económicas y tecnológicas, se vuelve urgente establecer un diálogo profundo y honesto con los adolescentes y jóvenes. Ellos no solo representan el futuro del país, sino también el presente que ya está moldeando nuevas formas de pensar, sentir y actuar.

Sin embargo, muchas veces se les observa desde la distancia, se les juzga sin escucharles, o se les intenta guiar sin comprender sus verdaderas inquietudes. Esta desconexión genera un vacío que puede desembocar en apatía, frustración o incluso en el deseo de abandonar el país.

Hablar con los jóvenes no significa imponerles discursos ni repetir fórmulas del pasado. Significa abrir espacios reales de escucha, donde puedan expresar sus dudas, sus sueños y sus críticas sin temor a ser censurados. En un contexto donde el acceso a la información es cada vez más amplio, los adolescentes cubanos están expuestos a múltiples narrativas que muchas veces chocan con la realidad que viven. Si no se les acompaña en ese proceso de discernimiento, corremos el riesgo de que se refugien en el cinismo o en la indiferencia.

La educación, tanto formal como informal, debe ser el primer terreno fértil para ese diálogo. Pero no basta con enseñar contenidos: hay que enseñar a pensar, a debatir, a construir criterios propios. Muchos jóvenes sienten que las aulas no responden a sus necesidades ni a sus contextos, y que los métodos de enseñanza están desconectados de la vida cotidiana. Es por ello que Reformar la educación implica también formar docentes capaces de dialogar, de actualizarse y de reconocer que los jóvenes tienen mucho que aportar.

Otro aspecto clave es el acceso a la cultura y a la tecnología. Los jóvenes cubanos están ávidos de conectarse con el mundo, de crear, de emprender, de participar, Hablar con ellos también implica reconocer sus capacidades y facilitarles herramientas para que puedan desarrollarse sin tener que depender de favores o de privilegios. La meritocracia, el talento y la creatividad deben ser valores promovidos desde las instituciones.

Además, es necesario abordar con franqueza los temas que más les preocupan: la migración, la economía, la sexualidad, la salud mental, el futuro profesional. Evitar estos temas por incomodidad o por temor a perder autoridad solo contribuye a que los jóvenes busquen respuestas en lugares donde no siempre hay responsabilidad ni rigor. El diálogo debe ser valiente, empático y sin paternalismos. Los jóvenes no necesitan sermones: necesitan interlocutores.

También es fundamental que los propios jóvenes participen en la construcción de políticas públicas, en proyectos comunitarios, en espacios de decisión. No como figuras decorativas, sino como protagonistas. La juventud cubana tiene una historia de compromiso y de creatividad que no debe ser ignorada. Reconocer su liderazgo es una forma de fortalecer la democracia, la justicia social y la innovación en el país.

Hoy, además, las drogas representan un peligro creciente en la sociedad cubana. Aunque durante décadas se consideró un problema ajeno, la realidad actual muestra que los adolescentes y jóvenes son el sector poblacional más vulnerable ante el consumo de sustancias. La falta de información, el estrés social, la presión grupal y la ausencia de espacios de orientación contribuyen a que muchos caigan en dinámicas autodestructivas. Por eso, establecer un diálogo abierto, sin prejuicios, sobre este tema es fundamental para prevenir, educar y acompañar.

Hablar con los adolescentes y jóvenes cubanos hoy no es un lujo ni una estrategia: es una necesidad ética y política. Es apostar por un país más inclusivo, más dinámico y más consciente de sus desafíos. Es entender que el futuro no se construye sin ellos, y que el presente solo tiene sentido si se vive con ellos. Escucharles, dialogar, acompañarles: esa es la tarea urgente que nos convoca.

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