Cada 12 de agosto, el mundo se detiene un instante para mirar a sus jóvenes. No como promesa lejana, sino como presente vibrante. Como fuerza que transforma, sueña, denuncia y construye.
En cada barrio, en cada aula, en cada rincón digital, la juventud se reinventa. Habla con su cuerpo, con su arte, con su activismo. Cuestiona lo heredado, honra lo digno, y siembra futuro con manos inquietas.
Este día no es solo celebración. Es llamado. A escuchar sus voces sin filtros. A abrir espacios reales de participación. A reconocer que la juventud no necesita permiso para liderar, solo respeto para florecer.
Desde la Isla, desde cada comunidad que late con memoria y esperanza, celebramos a quienes hacen del presente un acto de rebeldía amorosa. A quienes convierten la indignación en propuesta, y el juego en pedagogía.
Porque ser joven no es cuestión de edad, sino de mirada. Y hoy, más que nunca, el mundo necesita ojos que miren distinto
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