En los últimos días, las redes sociales, especialmente Facebook, se han convertido en un espejo inquietante de una realidad que ya no puede ser ignorada: la violencia de género hacia las mujeres se manifiesta no solo en cifras, sino en rostros, nombres y publicaciones que claman por justicia.
Las desapariciones de mujeres, compartidas masivamente por familiares, amistades y comunidades, revelan una urgencia social que trasciende lo virtual.
Cada publicación de una mujer desaparecida es más que una denuncia: es un grito colectivo que rompe el silencio institucional. Las redes, aunque no fueron diseñadas para ello, se han transformado en espacios de búsqueda, memoria y resistencia.
En lo que va de 2025, 22 mujeres han sido asesinadas por razones de género en Cuba, según los registros independientes de Yo Sí Te Creo y Alas Tensas. Cada nombre compartido es una historia interrumpida, una hija huérfana, una comunidad herida.
El feminicidio de Kenia Rodríguez Mora, madre de una niña de siete años, lanzada desde una azotea por su pareja en La Habana, es solo uno de los casos que han sacudido al país este año. Y sin embargo, Cuba sigue sin contar con una ley integral contra la violencia de género, sin refugios seguros ni protocolos públicos de atención. El Estado ha anunciado un registro informatizado, pero no será accesible a la ciudadanía, lo que perpetúa la opacidad y la impunidad.
El Programa de Adelanto para las Mujeres y las Niñas: ¿dónde está su impacto?. Este programa, que debería ser el escudo institucional ante la violencia, ha recibido financiamiento internacional y apoyo técnico. Pero ni la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) , ni otras instancias oficiales, han reconocido públicamente los feminicidios verificados en 2025. La ausencia de acciones concretas y de campañas visibles con enfoque de género ponen en duda su efectividad.
En esta Isla de la Juventud donde cada voz cuenta y cada ausencia duele, el periodismo no puede limitarse a contar historias: debe honrarlas. La violencia contra las mujeres no es una cifra, es una fractura social que nos interpela desde cada publicación compartida, desde cada cuerpo desaparecido, desde cada niña que pregunta dónde está su mamá.
Que este tiempo no sea solo de luto, sino de acción colectiva. Que nuestras palabras, nuestras cápsulas, nuestras crónicas sean parte del tejido que abraza, denuncia y transforma. Porque dignificar la memoria de las que faltan es también cuidar el futuro de las que vienen.
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