La humanidad tiene un tesoro que no es de oro ni diamante, sino de papel. Los libros, son un remanso de conocimientos y acumulación de historias en la que alguna vez nos vemos reflejados; en ellos viven los héroes que nos han de definir algún sueño o abrirán la puerta de nuestra imaginación; también son el vínculo entre el pasado, el presente y un futuro que algún escritor ha de imaginar y que algún día veremos.
A los mediadores entre las editoriales y los lectores, se les denomina libreros. Como vendedores, recomiendan qué comprar de acuerdo con las preferencias y necesidades individuales de quienes acuden a una librería; labor que requiere mucha preparación, amabilidad, carisma y entrega.
Una librera es un facilitador de cultura; un puente entre editoriales, y lectores; una figura cuyo oficio enriquece el entorno de quien tiene la fortuna de acercársele.
En esta 33 edición de la feria internacional del libro, de la Habana, y luego en otros territorios como la Isla de la Juventud, los libreros jugaron un papel fundamental, puesto que garantizaron la venta, de volúmenes.
Las libreras son esas, la persona que espera al que va en busca de un título, en esa hermosa realidad que se llama lectura. Las podemos ver vendiendo libros debajo de un árbol, en el portal de una escuela o en una bodega.
Son seres que transmiten cultura, con su entusiasmo, su sabiduría y su trabajo contribuyen a que muchos lectores que frecuentan las librerías ganen en cultura y libertad.
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