«Es preciso soñar, pero con la condición de creer en nuestros sueños. De examinar con atención la vida real, de confrontar nuestra observación con nuestros sueños, y de realizar escrupulosamente nuestra fantasía.” Vladimir Lenin
Quizás el nombre de Vladímir Ilich Uliánov no sea ampliamente reconocido, pero este personaje histórico dejó una huella imborrable en la trayectoria de la política rusa. Su alias, en cambio, es rápidamente asociado con los conceptos de revolución y comunismo: Lenin, líder bolchevique y dirigente del Estado Soviético.
A más de 100 años de su muerte, que sucedió el 21 de enero de 1924 tras un período de enfermedad, este político, revolucionario, pensador y líder comunista ruso sigue considerándose, para bien o para mal, una de las personalidades más influyentes del siglo XX.
Nació como Vladimir Ilich Uliánov en 1870 en una familia de clase media de Uliánovsk, Rusia. Hijo de Iliá Uliánov y María Alexandrovna Uliánov, fue el tercero de seis hermanos en una familia culta y llegó a ser el primero de su clase en la escuela secundaria.
El máximo arquitecto de la Gran Revolución Socialista de Octubre, Vladimir Ilich Lenin, le dio un giro a las relaciones internacionales. Su proyección destacada estuvo relacionada con la nueva forma de ver y desarrollar la política exterior de un joven país con proyecciones distintas a las precedentes.
La nueva época que inauguró Lenin, constituye, en primer lugar, una continuidad de las ideas fundamentales de Marx y Engels, las cuales desarrolló según el contexto histórico que le tocó vivir.
Señaló y marcó el camino para liberar al mundo de las desigualdades sociales y económicas, al eliminar el analfabetismo, elevar y universalizar el acceso a la educación y la cultura, al resolver el problema del empleo y de la vivienda, entre otros aspectos, los cuales presentaban al mundo que un nuevo futuro de los pueblos era posible le dio a la alianza obrero campesina una dimensión universal.
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