El proceso para declarar la práctica del danzón como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad ante la UNESCO se consolida en Cuba como un proyecto colectivo y multidisciplinario que involucra a investigadores, portadores y dirigentes culturales. Esta iniciativa no solo busca un reconocimiento internacional, sino también fortalecer y visibilizar una tradición viva en toda la Isla.
Ángel Michel Aleaga Hung, director de Patrimonio Cultural Inmaterial en el Consejo Nacional de Patrimonio, destacó el carácter comunitario y la base legal de este esfuerzo:
“Hemos sido parte de procesos precedentes de elaboración de expediente de otros géneros candidatos. Y les puedo asegurar que cada uno ha sido una escuela”.
Explicó que este nuevo proceso llega en un momento crucial, tras la aprobación de una ley que por primera vez incluye al patrimonio inmaterial en la legislación cubana con un rigor metodológico y documental más profundo.
Aleaga enfatizó la naturaleza viva de esta expresión: “El patrimonio inmaterial no se valora como acervo, no se valora como tesoro, se valora como prácticas, como expresiones que están vivas”.
Subrayó que el danzón es una práctica viva con presencia significativa en todas las provincias de Cuba, incluyendo la Isla de la Juventud y Guantánamo.
Un movimiento vivo y comunitario
La musicóloga Isela Vistel, voz reconocida dentro del movimiento danzonero, resaltó el valor de este momento crucial para la proyección internacional y el fortalecimiento de los portadores.
Vistel detalló un minucioso trabajo de censo que identifica orquestas, agrupaciones de charangas y espacios activos, el cual “puede aportar un nuevo elemento para la confección del expediente”.
Contra cualquier percepción de que es una tradición en declive, Vistel afirmó con contundencia:
“El danzón está más vivo que nunca”. Señaló la existencia de cerca de 133 clubes activos en Cuba y la celebración de festivales, como el de Cayo Mambí, que congregan a generaciones desde jóvenes de 23 años hasta veteranos de 95.
Desafíos y salvaguardia
El camino hacia la UNESCO también conlleva identificar y superar desafíos. Aleaga se refirió a la necesidad de un plan de salvaguardia robusto:
“Quién baila danzón hoy en Cuba, quién está realmente haciendo composiciones de danzón hoy en Cuba… de lo que se trata es de que cada vez sean más crecientes las personas que fortalezcan una práctica”.
Vistel, vicepresidenta del Festival Internacional Danzón Habana, coincidió en que la viabilidad social del danzón depende de una presencia sistemática en centros culturales, programación radial y televisiva, y la inclusión de nuevas generaciones. “No debemos dejar perder tradiciones asociadas”, argumentó.
Apoyo institucional y de los medios de comunicación
El proceso cuenta con el respaldo de diversas instituciones. El flautista y compositor José Loyola abogó por “fomentar la formación de instrumentistas desde la enseñanza artística para las orquestas tipo charanga”, una visión de futuro para garantizar el relevo.
Por su parte, la musicóloga Mabel Castillo destacó la articulación con el Museo Nacional de la Música y elogió “la labor de rescate de partituras” que realiza la licenciada en Historia del Arte Ada Oviedo.
Gracias a la historiadora del arte, el Piquete Típico Cubano, con la dirección de Jorge Vistel Columbié, puede estrenar obras mensualmente en la peña danzonera del Museo.
Se trata de un encuentro habitual que tiene lugar el segundo miércoles del mes con el nombre de «El Danzón, memoria e historia».
Este es un excelente trabajo en la promoción, y preservación de nuestro baile nacional.
Finalmente, el locutor y realizador Pedro Pablo Cruz hizo un llamado a los medios de comunicación, refiriéndose a un “sentido de urgencia”.
“Necesitamos programas musicales», dijo en alusión a esa huella patrimonial que desde la televisión se debe vestir, de manera atractiva, a favor de la música cubana.
«El danzón es la matriz de la identidad de Cuba. Eso tiene que ser un ejercicio consciente”, afirmó.





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