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Los agradecidos te acompañan

Publicación: 25 Nov, 2025

En la Cuba de hoy, marcada por desafíos económicos, transformaciones sociales y nuevas generaciones con aspiraciones diversas, la figura de Fidel Castro sigue viva en la memoria colectiva. No como un simple recuerdo, sino como un símbolo de resistencia, dignidad y soberanía. Para los cubanos, Fidel representa la voz

que se alzó contra la injusticia y el colonialismo, y que defendió el derecho de un pequeño país a decidir su destino.

A pesar de su ausencia física desde 2016, su pensamiento y su ejemplo siguen presentes en la vida cotidiana. En las escuelas, los niños aprenden sobre su papel en la historia; en los consultorios médicos, se recuerda su impulso a la salud pública gratuita; y en cada misión internacionalista, su legado se traduce en solidaridad concreta. Para el pueblo cubano, Fidel no fue solo un líder: fue un educador, un estratega y un padre político que apostó por el bienestar colectivo.

En tiempos de crisis, su figura se convierte en refugio moral. Cuando escasean los recursos, cuando arrecia el bloqueo, cuando la incertidumbre golpea, muchos cubanos evocan su ejemplo de firmeza y sacrificio. “Fidel no nos enseñó a rendirnos”, se escucha en las calles, en los barrios, en las asambleas. Su legado no es solo ideológico: es emocional, profundamente arraigado en la identidad nacional.

Las nuevas generaciones, aunque nacidas después del periodo más álgido de la Revolución, también encuentran en Fidel una fuente de inspiración. Jóvenes artistas, científicos y campesinos lo citan como referente de compromiso social. En redes sociales, su imagen se resignifica, se mezcla con símbolos contemporáneos y se convierte en bandera de orgullo cubano. Para muchos, ser “fidelista” hoy es defender la justicia, la equidad y la soberanía frente a cualquier forma de dominación.

El pueblo cubano ha sabido mantener viva su memoria con creatividad y convicción. No como una figura impuesta, sino como un referente que se ha ganado su lugar en el corazón de millones. Su rostro, junto al de Martí y el Che, sigue presidiendo plazas, escuelas y hogares.

En el plano internacional, su legado también fortalece el orgullo nacional. Cada vez que una brigada médica cubana salva vidas en otro país, cada vez que se reconoce la resistencia de Cuba ante las sanciones, el pueblo siente que la semilla sembrada por Fidel sigue dando frutos. Su visión de un mundo más justo, aunque utópica para algunos, sigue siendo brújula para quienes creen en la solidaridad y la autodeterminación.

Así, en medio de las dificultades, el pueblo cubano no olvida. Fidel Castro sigue siendo un faro, una voz que resuena en los momentos de duda, una presencia que inspira a seguir adelante. Su legado no se mide solo en discursos o monumentos, sino en la capacidad de un pueblo para resistir, reinventarse y soñar. Porque, como muchos repiten con convicción: “Fidel vive”.

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