Leyla Maya llegó al mundo antes de tiempo. Con apenas 29 semanas de gestación y un peso de 960 gramos, cabía en la palma de una mano. Era tan pequeña que cada suspiro parecía un desafío, y cada día, una victoria. Pero detrás de esa fragilidad se escondía una fuerza inmensa, la de una niña que decidió aferrarse a la vida y la de un equipo médico pinero que no la dejó sola ni un instante.

En la sala de Neonatología del Hospital General Docente Héroes del Baire de la Isla de la Juventud, los profesionales libran batallas silenciosas cada día. Allí, el valor de la vida se mide en gramos, en avances diminutos que significan todo.
En sus manos, la ciencia se une con la ternura para dar calor, fuerza y esperanza a quienes llegaron demasiado pronto.
Este lunes, se comenzó una jornada que lleva consigo la misión de hablar de retos y desafíos, de educar, de mostrar cuan profesionales son nuestros equipos de salud.

De mostrar que este ha sido un año difícil. El aumento de los casos de prematuridad ha exigido más recursos, más esfuerzo, más horas sin descanso.
Pero también ha traído historias como la de Leyla, que iluminan los pasillos y llenan de sentido el trabajo de nuestros médicos y enfermeras.

Hoy, Leyla es una victoria. Una sonrisa que simboliza el triunfo de la vida sobre la fragilidad. Una muestra de que la entrega, la profesionalidad y el amor pueden pesar más que cualquier diagnóstico.
En esta Semana del Prematuro, la Isla de la Juventud abraza a todos esos pequeños guerreros que llegaron antes, y a los héroes de bata blanca que los acompañan.
Porque cada gramo cuenta, cada esfuerzo vale, y cada vida —por pequeña que parezca— deja una huella enorme en el corazón de todos





0 comentarios