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Cervantes en el jardín de Dulce María Loynaz

Publicación: 5 Nov, 2025

Con la llegada del mes de noviembre se arriban a 33 años desde que la escritora cubana Dulce María Loynaz alcanzara el Premio de Literatura de Lengua Castellana Miguel de Cervantes, otorgado a   una obra de compleja interioridad y profundo lirismo en la que se adivina a una escritora de dotes literarias excepcionales.

En la entrega del galardón a la escritora, en Alcalá de Henares, el rey Juan  Carlos I apuntó que «La obra de Dulce María Loynaz (…) constituye un ejemplo singular de esa pasión por la lengua tan frecuente en los grandes escritores de nuestro ámbito»; y agrega también el rey que «Es, seguramente, su obsesión por la precisión de las palabras, su esfuerzo por lograr la exactitud en la expresión de los sentimientos, lo que confiere a toda su obra esa sensación de profunda transparencia en lo que lo cotidiano aparece siempre como algo dotado de sentido».

Dulce María, por su parte, en el discurso de recepción del Premio Cervantes, expresa que «Un extraordinario pensador de América Hispana, José  Martí, sentenció una vez: “Los hombres se miden por la inmensidad que se les opone”. Interpretando el sentir de esa máxima martiana en don Miguel de Cervantes, cuya obra es el eje central que motiva esta solmene ceremonia, podemos decir que el glorioso Manco de Lepanto tuvo genio suficiente para oponerlo ante la inmensa tarea que se propuso, dar fin a ella y conocerle por ella las generaciones posteriores».  

En 1987 se le había otorgado en Cuba el Premio Nacional de Literatura por el conjunto de toda su obra, en la cual se destacan la novela Jardín  publicada en España 1951, considerada todo un clásico por Gabriela Mistral; los cuadernos de poesía Poemas sin nombre (1953) y Últimos días de una casa (1958); el libro de viajes Un verano en Tenerife, que según sus preferencias fue su mejor libro, así como el libro autobiográfico Fe de vida del año 1994.

Sería una impiedad no volver la mirada hacia el pasado para rendir homenaje a nuestros mayores en el linaje mental, a los que fueron maestros de las artes y en la creación de mundos fantásticos, de mundos posibles con que nos han hecho soñar; y, en especial, a Dulce María cuya obra imperecedera ganara con ese premio  trazas de pleamar y perdurabilidad.

Con su obra Dulce María enseñó cómo saltar sobre el muro abismal de la muerte, es decir, ofreció la forma expedita de seguir viva en su obra, de persistir en vida perdurable sin término ni acabamiento, por eso la temperatura del interés de su obra no disminuye; por el contrario, nos toma de la mano y nos arranca del sonambulismo de la vida rutinaria, nos enfrenta a la intimidad, su intimidad, nos enseña a percibirla, para que funciones como una intensa poética catalizadora, como espejo que refleja nuestros límites y capacidades vivas, quizás sea ese el mayor premio que podemos recibir de su faena.

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