El artista cubano Tomás Sánchez , ha trascendido el género del paisajismo para convertirlo en una profunda exploración filosófica y espiritual. Su obra se distingue por una impactante dualidad temática que refleja los extremos de la existencia humana. Sus composiciones más célebres presentan vistas exuberantes de selvas tropicales, lagunas serenas y la recurrente figura de un «meditador» solitario.
Estos paisajes, más allá de ser meras representaciones naturales, funcionan como «paisajes interiores» o iconos que invitan a la contemplación espiritual, la armonía y la reflexión sobre la perfección de la naturaleza. Paralelamente, Sánchez desarrolló la serie de los «basureros», donde pinta montañas de desechos con un realismo similar, sirviendo como un contrapunto crudo y una fuerte crítica a la polución, el consumismo y la imperfección del mundo creado por el hombre.

Técnicamente, Sánchez es un maestro del hiperrealismo pictórico, demostrando una ejecución meticulosa que le permite alcanzar un detalle fotográfico impresionante, especialmente en la representación de la vegetación, el agua y las atmósferas. Su técnica se caracteriza por una pincelada casi invisible y un gran dominio del claroscuro para modelar la luz. Sin embargo, su realismo es intencionalmente subjetivo, por lo que utiliza esta precisión técnica para construir escenarios imaginados y, a menudo, oníricos.
Esto lo distingue del paisajismo tradicional, acercándolo a un realismo mágico o surrealista, donde el rigor técnico sirve para hacer creíble lo que es esencialmente una visión mental o espiritual.
El uso del color en la pintura de Sánchez es un elemento crucial para establecer el contraste temático entre sus dos mundos. En sus paisajes meditativos, predominan los verdes profundos y vibrantes, los azules cristalinos y las luces doradas o plateadas, creando una sensación de armonía, frescura y pureza paradisíaca.
En contraste, la serie de los «basureros» se tiñe de tonalidades terrosas, grises y ocres apagados. Estos colores, junto con la mezcla caótica de tonos que emulan el plástico y el óxido, transmiten una sensación de desolación, decadencia y saturación. En ambos casos, el color no es solo descriptivo, sino una herramienta simbólica y emotiva que guía al espectador a través de su potente dualidad temática, asegurando su lugar como uno de los artistas cubanos vivos más cotizados y respetados.





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