Cada 24 de octubre se conmemora el Día de las Naciones Unidas, en recuerdo de la entrada en vigor de la Carta de las Naciones Unidas en 1945, documento fundacional que dio origen a esta organización internacional con el propósito de preservar la paz, fomentar la cooperación entre naciones y promover los derechos humanos, el desarrollo sostenible y la justicia global.
La misión de la ONU es ambiciosa y vital: prevenir conflictos armados, facilitar el diálogo entre países, asistir en crisis humanitarias, proteger el medio ambiente y garantizar que los derechos fundamentales sean respetados en todo el mundo. A lo largo de sus casi ocho décadas de existencia, ha sido un símbolo de esperanza para millones de personas y un espacio de encuentro para resolver desafíos comunes.
Sin embargo, esta noble misión se ve obstaculizada por una de sus estructuras más controvertidas: el Consejo de Seguridad. Este órgano, compuesto por cinco miembros permanentes con poder de veto (China, Estados Unidos, Rusia, Francia y Reino Unido), puede bloquear cualquier resolución, incluso aquellas que cuentan con el respaldo abrumador de la Asamblea General.
Un ejemplo recurrente es la resolución que pide el fin del bloqueo económico contra Cuba, aprobada año tras año por la mayoría de los países miembros, pero que no se implementa debido al veto de Estados Unidos.
Este mecanismo de veto ha generado críticas por su carácter antidemocrático y por permitir que intereses particulares prevalezcan sobre el bienestar colectivo. La concentración de poder en un número reducido de países perpetúa desigualdades y limita la capacidad de la ONU para actuar con justicia y eficacia.
Por ello, es urgente y necesario impulsar una reestructuración profunda de la organización, especialmente del Consejo de Seguridad, para que sea más representativo, transparente y equitativo. Solo así podrá la ONU cumplir plenamente con su misión y responder a los desafíos del siglo XXI con legitimidad y fuerza moral.





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