En cualquier esquina de Cuba, cuando suena un acorde de son o una melodía de bolero, el eco de Benny Moré parece regresar como si nunca se hubiera marchado. Han pasado décadas desde su partida física, pero su voz sigue siendo patrimonio vivo de la nación. No hay generación que no haya bailado, tarareado o, al menos, sentido la fuerza de aquel hombre nacido en Santa Isabel de las Lajas y convertido en ídolo de multitudes.
Lo llamaban el Bárbaro del Ritmo, y con razón. Era capaz de transitar con naturalidad de la conga al bolero, del mambo al son montuno, como si en su garganta convivieran todos los géneros de la música cubana. Quienes lo escuchaban en vivo aseguraban que no había micrófono ni escenario capaz de contener la energía que transmitía, esa mezcla de talento, carisma y cubanía que lo hacía único.
En la Isla de la Juventud, como en todo el país, su figura se recuerda con admiración y orgullo. Benny fue más que un cantante: fue un símbolo de autenticidad, de raíz popular, de esa manera muy cubana de expresar sentimientos profundos con la naturalidad de quien canta la vida misma. Cada aniversario de su natalicio o de su muerte se convierte en ocasión para rendirle tributo, no con silencios, sino con música, porque su legado se honra bailando y cantando.
Caminar por las calles de Lajas, su tierra natal, es reencontrarse con el hombre humilde que nunca olvidó sus orígenes. Dicen que aún se respira allí la esencia de su voz, como si el pueblo entero guardara en su memoria colectiva aquellas serenatas y descargas que hacían vibrar al barrio entero. Y es que Benny no fue solo un artista de multitudes: también fue el hombre sencillo que supo cantarle al amor, a la patria y a la vida.
Hoy, cuando la música cubana sigue conquistando escenarios, el nombre de Benny Moré brilla como una guía. Porque él no fue solo el Bárbaro del Ritmo, fue y es la certeza de que la cultura cubana late con fuerza en cada acorde que trasciende el tiempo. Y en cada fiesta, en cada radio, en cada corazón que lo recuerda, Benny sigue cantando, eterno y nuestro.
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