En el laboratorio, sobre una mesa de vidrio iluminada, descansan varios frascos con muestras diminutas. Para el ojo común, son apenas larvas inmóviles; para el entomólogo Óscar González, son piezas de un rompecabezas que puede definir la salud de toda una comunidad.
La entomología, ciencia dedicada al estudio de los insectos, le ha enseñado a observar en esos pequeños cuerpos las claves de la prevención. “El mosquito Aedes Aegypti no es un simple insecto. Es el principal transmisor del Dengue en nuestra región, y entenderlo es la base para combatirlo”
Su voz transmite la certeza de quien ha dedicado 30 años a seguir el rastro de estos seres, que aunque diminutos, han condicionado la historia sanitaria de la Isla.
La entomología no se limita a describir especies. Es una disciplina que busca comprender cómo viven, se reproducen y se adaptan al entorno humano.
Y en esa información está la fuerza de la prevención. “Cuando conocemos el ciclo biológico del Aedes Aegypti, sabemos en qué momento es más vulnerable. Podemos adelantarnos y cortar su desarrollo antes de que llegue a picar y transmitir la enfermedad”, añade el especialista.
Además en el Municipio Especial se realiza un estudio piloto en coordinación con el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK), que incluye la implementación de un banco de huevos residuales de mosquitos.
Esta iniciativa permitirá realizar un trabajo más exacto, científico y eficiente en la lucha antivectorial, al facilitar el análisis de la resistencia y comportamiento de los vectores transmisores de enfermedades.
El trabajo científico, sin embargo, no puede quedar aislado en un laboratorio. De poco servirían los estudios entomológicos si la población no asumiera un rol activo. “El mosquito se cría en nuestras casas, en los patios, en los recipientes olvidados. La entomología nos da el conocimiento, pero es la comunidad la que tiene el poder de eliminar los criaderos”, señala González con firmeza.
Cada tanque tapado, cada patio limpio, es una aplicación práctica de esa ciencia que parece lejana y académica, pero que en la Isla de la Juventud se vive con urgencia. Porque en la mirada entrenada de un entomólogo no hay solo insectos, hay señales de alerta, advertencias y también soluciones.
Así, la entomología se revela como mucho más que el estudio de un pequeño mundo de alas y patas: es la ciencia que traduce el zumbido de un mosquito en un llamado a la responsabilidad colectiva. Y en palabras de González, con la sencillez de quien ha hecho de su oficio una misión: “Conocer al insecto es siempre la primera victoria para proteger al ser humano”.
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