El 16 de agosto de 1925, en una casona del Vedado habanero donde hoy se levanta la sala teatral Hubert de Blanck se fundó el primer Partido Comunista de Cuba, un hecho que marcaría profundamente la historia política y social del país.
En ese encuentro se unieron dos generaciones revolucionarias: Carlos Baliño, veterano luchador que había acompañado a José Martí en la creación del Partido Revolucionario Cubano, y Julio Antonio Mella, joven estudiante de verbo encendido y compromiso obrero. Junto a ellos, figuras como José Miguel Pérez, Alejandro Barreiro y Fabio Grobart , dieron cuerpo a una organización marxista leninista que se propuso defender los intereses de la clase trabajadora, la juventud y las mujeres.
Desde su primer congreso, el Partido se afilió a la Tercera Internacional y trazó un programa de lucha que incluía reivindicaciones obreras y campesinas, derechos de la mujer y la juventud, fortalecimiento de sindicatos y organizaciones estudiantiles, estudio y divulgación del marxismo-leninismo, y el uso estratégico de la prensa obrera como herramienta de conciencia y movilización.
Sin embargo, la represión no tardó en llegar. Apenas quince días después de su fundación, el Partido fue obligado a operar en la clandestinidad. Su primer secretario general, José Miguel Pérez, fue detenido y deportado por el régimen de Gerardo Machado. Mella, amenazado de muerte, debió exiliarse en 1926 y fue asesinado en México en 1929. A partir de 1927, Rubén Martínez Villena emergió como líder natural del movimiento comunista, articulando huelgas obreras que culminaron en el derrocamiento de Machado en 1933.
La organización evolucionó bajo distintos nombres: Unión Revolucionaria Comunista (1938), Partido Socialista Popular (1944), y finalmente, el actual Partido Comunista de Cuba. En cada etapa, mantuvo viva la llama de la lucha social, enfrentando dictaduras y promoviendo la justicia desde la resistencia.
El 16 de agosto no solo conmemora una fundación política, sino el inicio de una narrativa de dignidad obrera, pensamiento crítico y acción colectiva. Baliño y Mella, desde sus trincheras generacionales, sembraron una semilla que aún hoy inspira debates, compromisos y sueños de transformación.
Esta fecha es memoria viva, es legado en construcción, es llamado a seguir dignificando lo cotidiano desde la acción ética y la voz juvenil.
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