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Menores de 13 años con teléfono inteligente: la trampa entre las manos

Publicación: 31 Jul, 2025

Categorías: Ciencia y Técnica

Los adolescentes y también los niños ya no piden como regalo juguetes o paseos, piden un teléfono inteligente.

No es la generalidad, pero cada vez más esta es una tendencia que cobra fuerza en muy diversas latitudes condicionada por una realidad que hoy marcha de la mano de la tecnología y de la Inteligencia Artificial, con todos los tantos a favor y en contra que ello implica.

Foto: tomada de educationhq.com

Precisamente en esos tantos en contra se detuvo la investigación Proteger la mente en desarrollo en la era digital: un imperativo político global, basa en datos del Global Mind Project y publicada este julio por la revista científica «Journal of Human Development and Capabilities».

Más que otro nuevo acercamiento a ese fenómeno, se trata de un estudio especialmente relevante considerando, entre otros puntos, que este análisis correlacional a gran escala involucra, a partir de informes previos,  una muestra de más de 100.000 jóvenes de entre 18 y 24 años, de diversas culturas y grupos lingüísticos de todo el mundo.

Salud Mental y teléfono inteligente

La llamada Generación Z, de los nacidos entre 1997 y 2012, fue la primera que nació y creció junto a teléfonos inteligentes y redes sociales, respirando en un mundo digital.

Y como ese entorno de algoritmos, al que usualmente acceden mediante el teléfono celular y no siempre con supervisión, entraña transformaciones radicales en todos los órdenes, el equipo de investigadores encabezado por la doctora Tara C. Thiagarajan, se propuso conocer el impacto en la salud mental en la adultez temprana de haber poseído o interactuado asiduamente desde la infancia con un teléfonos inteligente 

Examinaron, de modo retrospectivo, el vínculo entre la edad a que se tuvo un primer celular y el estado actual de salud mental, y los resultados fueron bastante alarmantes: “la posesión de teléfonos inteligentes en la infancia -una puerta de entrada temprana a entornos digitales impulsados por IA- está deteriorando profundamente la salud mental y el bienestar en la edad adulta, con profundas consecuencias para la autonomía individual y el desarrollo social”. 


Foto: tomada de infobae.com

Los investigadores constataron que a medida que es menor la edad en que el niño recibe un teléfono inteligente, aumentan los impactos negativos en su adultez temprana como mayores tasas de agresión, pensamientos suicidas, sentimientos de desapego de la realidad y disminución de la autoestima, del control emocional y la resiliencia. 

Los datos analizados por los expertos evidenciaron que poseer un teléfono inteligente antes de los 13 años da como resultado también un más temprano acceso a las redes sociales (a pesar de las leyes que restringen su uso en este grupo de edad) y, en consecuencia, mayores probabilidades de experiencias de ciberacoso, abuso sexual, disminución de los vínculos familiares y alteración del sueño. 

La puntuación del Cociente de Salud Mental (MHQ) -herramienta de autoevaluación en línea que valora 47 funciones sociales, emocionales, cognitivas y físicas-  baja de 30 para quienes accedieron a un teléfono inteligente a los 13 años, y desciende a tan solo 1 para aquellos que ya interactuaban con el cell a los cinco años.

Prevenir

La relación entre la posesión temprana de teléfonos inteligentes en la infancia y la mala salud mental en la adultez temprana, mediada significativamente por el acceso temprano a redes sociales, presenta, aseguran los autores de la investigación, “un claro desafío político, particularmente en el contexto de la rápida evolución del uso de la tecnología”. 

“Nuestros datos muestran que, en niños menores de 13 años, la posesión de teléfonos inteligentes y, a su vez, el acceso a las redes sociales, se asocia con un aumento de síntomas y una disminución de funciones en múltiples ámbitos, con posibles consecuencias que se extienden más allá del ámbito psicológico y abarcan la educación, la participación cívica y las oportunidades económicas. 

Con miras a un futuro próximo aseguran que si se mantienen las tendencias actuales de posesión de teléfonos inteligentes y acceso a redes sociales entre personas tan jóvenes, esas solas condicionantes podrían ser responsable de angustia mental, pensamientos suicidas, disociación de la realidad y disminución del control emocional y la resiliencia, en casi un tercio de la próxima generación. 


Foto: J.M. García / EFE

“De lo anterior se desprende que, según estas cifras, restringir el uso de teléfonos inteligentes durante la infancia, y en particular de las redes sociales, tiene el potencial de fortalecer significativamente las capacidades y los funcionamientos al reducir la angustia mental a nivel clínico en hasta un 8,5% de las poblaciones más jóvenes y los pensamientos suicidas en hasta un 20%, al tiempo que mejora la resiliencia emocional y la confianza en uno mismo en un 12%”.

Resulta obvio, y en ello coinciden los estudiosos mencionados, que tal desafío no puede abordarse solo mediante decisiones individuales de los adultos porque si determinados padres restringen el acceso a teléfonos inteligentes o a redes sociales de sus hijos, se enfrentarían al dilema de proteger a sus hijos o arriesgarse a que estos sean objeto de exclusión social, sobre todo en las escuelas. 

Tampoco es sensato dejar el asunto en manos de los propios menores, de la autorregulación que pudieran desplegar. De hecho, las IA que impulsan las plataformas de redes sociales están diseñadas, afirman los autores, para explotar las vulnerabilidades psicológicas, manipulando y anulando las defensas cognitivas en desarrollo, lo que impone un desafío considerable cuando la corteza prefrontal aún no está madura. 


Foto: Nick Fancher / Unsplash

En consecuencia, los autores del estudio proponen una educación obligatoria en cuanto a alfabetización digital y salud mental. Indican que tal formación debería preceder al acceso independiente a las plataformas de redes sociales, semejante a los requisitos educativos para obtener el permiso de conducir para propiciar un posterior desenvolvimiento informado y eficaz en los entornos digitales.

Sugieren igual restringir el acceso a las plataformas de redes sociales que invitan a publicar contenido generado por los usuarios y a comentar. “Deberían estar prohibidas para menores de 13 años en todos los dispositivos conectados a internet. En este sentido exhortan a Fortalecer la identificación activa de las infracciones de edad en redes sociales y garantizar consecuencias significativas para las empresas tecnológicas, que deberán rendir cuentas por la verificación de edad de los usuarios y recibir sanciones significativas por incumplirlo. 

Ejemplifican con que los marcos regulatorios en otros consumos como el de tabaco y alcohol, demuestran que la rendición de cuentas corporativa es alcanzable con suficiente voluntad política.
Como alternativa, proponen teléfonos «para niños», con utilidades pero sin redes sociales o flujos de contenido impulsados por IA.
 

Precisaron que si bien dichas recomendaciones tratan sobre  los menores de 13 años, donde la evidencia es más sólida; cada vez se observan más razones a favor de extenderlas a los adolescentes de 14 a 18 años, aunque se requieren más estudios sobre ese grupo de edad.

No se trata de arremeter o imponer, sino, desde un enfoque multisectorial, desde la voluntad política y social, hacer todo lo posible por salvaguardar la salud mental en esas etapas críticas del desarrollo y porque “la magnitud del daño potencial es demasiado grande como para ignorarla”, indican los autores.

De lo contrario, en caso de no llegar el control preventivo, la generación venidera se las verá aún peor, lo asegura la ciencia, no es una lejana posibilidad y menos un capricho de padres anticuados.

Tomado de Cubasi

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