Hace apenas unos días, Cuba se estremeció con la noticia de la muerte de un niño de dos años en Matanzas, víctima de una golpiza presuntamente propinada por su madre y su padrastro. Un hecho que, más allá del dolor, nos obliga a mirar de frente una realidad que no debe ser silenciada: el maltrato infantil en nuestro país.
Este caso no es aislado. En Cienfuegos, otro menor fue hallado atado a una silla, con signos evidentes de violencia física. En Holguín, una abuela lleva más de un año intentando obtener la custodia de su nieto, víctima de reiteradas agresiones. Y así, una cadena de denuncias que revela no solo el sufrimiento de los niños, sino también las grietas de un sistema que no siempre actúa a tiempo ante esas manifestaciones negativas.
Pero hoy, también hay que decirlo: Cuba ha dado un paso importante. El pasado 18 de julio fue aprobado el Código de la Niñez, Adolescencias y Juventudes, una ley que reconoce a niñas, niños y jóvenes como sujetos plenos de derechos. Esta normativa prohíbe explícitamente toda forma de violencia contra menores, establece mecanismos de protección, y promueve entornos seguros en el hogar, la escuela y el entorno digital.
Sin embargo, una ley no basta si no se convierte en cultura. Si no se traduce en formación para padres, en protocolos claros para médicos y maestros, en campañas que desmonten la idea de que “educar es castigar”. Porque el maltrato infantil no es solo un crimen: es una herida que se perpetúa cuando el silencio lo encubre.
Hoy, desde esta plataforma, hacemos un llamado nuevamente a la conciencia. A las familias, a las instituciones, a la comunidad. Porque proteger a la infancia no es un deber abstracto: es el compromiso más humano que podemos asumir.
Que el nombre de Roberto Carlos, ese niño que no llegó a cumplir tres años, no se pierda en las estadísticas. Que sea el punto de partida para una Cuba más justa, más empática, más decidida a cuidar lo más sagrado: sus hijos, porque como dijera José Martí: Los niños son la esperanza del mundo”.
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