Cuentan que un viajero llegó un día a Caracas al anochecer, y sin sacudirse el polvo del camino, no preguntó dónde se comía ni se dormía, sino cómo se iba a donde estaba la estatua de Bolívar.
Y cuentan que el viajero, solo con los árboles altos y olorosos de la plaza, lloraba frente a la estatua; que parecía que se movía, como un padre cuando se le acerca un hijo.
En esta fecha nace un hombre que dedicó la mayor parte de su vida a la independencia de América, el hombre que quiso ver en una patria grande y unida a toda la América hispana: Simón Bolívar.
Mucho se habla de ese venezolano ilustre pero no tantos conocen que El Libertador de América -cuyo aniversario se cumple este 24 de julio- realizó hazañas en sus 47 años de sacrificada vida militar y política que parecen imposibles de igualar.
Descolló entre sus coetáneos por su talento, inteligencia, voluntad y abnegación, cualidades que puso enteramente al servicio de una grande y noble empresa: la de libertar y organizar para la vida civil a muchas naciones que hoy ven en él a un Padre.
Cuando obtuvo la importante victoria de Carabobo no pidió los honores a los que se hacía acreedor, sino que solicitó al Congreso de la Gran Colombia que los hijos de los esclavos nacidos en el territorio de las nuevas repúblicas fuesen considerados libres. Simón Bolívar, El Libertador, el precursor del antimperialismo y de la unidad latinoamericana, a su valoración altamente militar y gubernamental, hay que unir sus dotes de excelente orador y escritor de notables ensayos entre los que se encuentran “Mi delirio sobre el Chimborazo”.
Del Bolívar audaz, el poeta, el Libertador, el del alma enamorada, el que se dejó llenar del único sentimiento que nos libera y nos salva: el Amor, dejó numerosas cartas dedicadas a Manuela, la valiente, la dama, la reina, la Caballeresa del Sol, la de las palabras agudas que cortan el viento, la de las palabras sublimes que acarician las tormentas, la musa misma, la libertadora del Libertador, la única de suficiente puntería para atravesar el corazón de Su Excelencia.
Al evocar su trascendencia José Martí llegó a asegurar: “Pensar en él, asomarse a su vida, leerle una arenga, verlo deshecho y jadeante en una carta de amores es como sentirse orlado de oro el pensamiento. Su ardor fue el de nuestra redención, su lenguaje fue el de nuestra naturaleza, su cúspide fue la de nuestro continente: su caída, para el corazón.
”De esta forma calificó de modo muy especial a Simón Bolívar y también a otros dos relevantes luchadores independentistas de América Latina, Miguel Hidalgo y José de San Martín. Y específicamente al hacer referencia a Bolívar lo describió como pequeño de cuerpo, con ojos que le relampagueaban y con las palabras que se le salían de los labios.
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