- Las imágenes de morgues desbordadas en Francia, donde murieron 15.000 personas, supusieron un antes y un después
- España elaboró su primer plan de prevención, con medidas que han permitido reducir las muertes por calor desde entonces
Nadie en Europa estaba preparado para ello. En la primera quincena de agosto de 2003, una larga ola de calor sorprendió a millones de ciudadanos del continente, especialmente en Francia, España, Italia y Portugal, inconscientes de que el calor podía llegar a matar.
Al otro lado de los Pirineos, las temperaturas de entre 35 y 40 grados, a las que los franceses no estaban acostumbrados, se tomaron como una diversión al sol, tal y como lo describían los periódicos de la época. Fue célebre la aparición televisiva del entonces ministro de Sanidad, Jean—François Mattéi, lanzando un mensaje de tranquilidad desde su casa en la Provenza ataviado con un polo veraniego, todo ello el 11 de agosto, cuando la situación ya era muy grave en los hospitales.
El balance fue trágico: 70.000 muertos en el continente, 15.000 de ellos en Francia, donde la mayoría de víctimas fueron personas mayores y solas. Las morgues colapsaron, y las imágenes de los féretros acumulados estremecieron a todo el continente, provocando una crisis política que culminó con la dimisión del director general de Salud.
«Fue una situación de catástrofe. Los sistemas sanitarios no estaban preparados para asumir esa sobremortalidad atribuible al calor«, explica a RTVE.es Cristina Linares, científica titular del Instituto de Salud Carlos III y especialista en la relación entre salud y medio ambiente.
Un «toque de atención» para la salud pública
Pero el calor extremo no se limitó a Francia. En España, donde se alcanzaron máximas de 45,1 °C en Jerez de la Frontera y mínimas de 30 grados en Jaén, se registró un exceso de mortalidad de 6.500 fallecidos aquel verano por el calor. Por comparar, la media de 2000 a 2009 es de 1.300 muertes anuales atribuibles a las altas temperaturas. En Barcelona se tuvieron que instalar carpas refrigerantes junto a los tanatorios para ampliar su capacidad, dado que las muertes se doblaron respecto al agosto anterior.
Todo ello cuando las temperaturas fueron «extremadamente altas, pero no mucho más que las que se están alcanzando ahora«. Aunque la ola de calor de 2003 fue en su momento la peor jamás registrada en España, ya ha sido superada en la actualidad por otras dos, la de 2022 —el año más cálido en nuestro país desde que hay registros— y la de 2015. «Y las previsiones para este verano son realmente duras», añade Linares.
Aquello fue un antes y un después, un «toque de atención para poner en marcha planes de prevención a nivel de salud pública y que la gente supiese que el calor mata», señala esta científica. Previamente a aquel episodio, «ningún país europeo» disponía de estos planes.
El Ministerio de Sanidad, dirigido entonces por Ana Pastor, encargó precisamente a Linares y a su grupo de trabajo redactar el primer plan de prevención de España, que se activó en 2004. Consejos que ahora resultan obvios por la insistencia machacona de administraciones y medios, como la necesidad de hidratarse, de protegerse del sol o de no salir en las horas centrales del día, no estaban tan integrados en la población por aquel entonces.

¿Cuántas olas de calor has vivido desde tu nacimiento?DatosRTVE
La «cultura del calor», un aliado en España
Pero España, eso sí, contaba con una ventaja respecto a la Europa septentrional: la «cultura del calor». «Siendo un país de la cuenca mediterránea, acostumbrado a altas temperaturas, sobre todo en el sur de la península, teníamos ya muchas lecciones aprendidas«, expone la científica del ISCIII.
Cita, como ejemplo, medidas tan básicas como mantener las persianas bajadas en casa, o recurrir a los toldos. En el centro y norte del continente, «ni existen las persianas», recuerda, por lo que el «shock» fue mayor en estas poblaciones más acostumbradas al frío.
En general, recuerda Linares, «donde más mortalidad hay siempre es en las zonas menos acostumbradas al calor, porque es donde menos adaptado se está tanto a nivel fisiológico como a nivel cultural, es decir, de hábitos y comportamiento». No es lo mismo llegar a 39 grados en Sevilla que en Oviedo, donde tanto las personas como las casas están menos preparadas para estas temperaturas.

35º no son lo mismo en Sevilla que en Santander: así funciona el nuevo sistema de alertas sanitarias por calorJ. GUTIÉRREZ / P. JIMÉNEZ / J. M. PINA | DatosRTVE / InfografíaRTVE*
Identificar grupos vulnerables y trabajar en hospitales y residencias
Desde la creación de aquel primer plan de prevención, en 2004, la ciencia ha avanzado mucho y se han ido afinando las medidas y recomendaciones, expone la investigadora. Lo primero que hizo el equipo, liderado por Linares y su colega Julio Díaz, fue «identificar grupos vulnerables».
Más allá del impacto sobre los ancianos, que era más conocido, encontraron qué patologías estaban más implicadas en las muertes por calor, como enfermedades cardiorrespiratorias, —EPOC, hipertensión— o renales. También exploraron otros grupos, como las mujeres embarazadas, que sufren más partos prematuros con el calor, o, dentro de los ancianos, aquellos que sufren enfermedades degenerativas, como el párkinson o el alzhéimer.
Con esta información se inició un «trabajo de sensibilización» con toda la sociedad, con especial atención a la comunidad sanitaria —para que profesionales como los médicos de cabecera trasladaran a su vez a sus pacientes la importancia del calor— y con los servicios sociales. Han sido clave, por ejemplo, resaltar el peligro de las altas temperaturas en las residencias de mayores, donde se concentra buena parte de la población vulnerable.
Las enseñanzas del desastre en Francia de nuevo fueron claves. Allí, la mayor parte de las víctimas murieron en sus casas, sin ni siquiera poder llegar al hospital: eran personas ancianas y solas, no preparadas al calor y sin redes familiares que les atendieran en pleno periodo vacacional. El debate nacional, de hecho, se centró en gran medida en la falta de solidaridad entre los ciudadanos y especialmente con sus mayores, razones a las que aludió el entonces presidente Jacques Chirac, muy señalado por su ausencia en la crisis, para justificar el elevado número de muertos.
Criterios más afinados para definir los umbrales de calor
Con el tiempo, los responsables de los planes de prevención también han precisado más a partir de qué momento se activan los planes de altas temperaturas. Al principio usaban criterios únicamente climatológicos —los percentiles de temperatura de la Aemet—, pero se añadieron otros factores, como la demografía, el nivel socioeconómico de la población, o las diferencias por zonas geográficas.
«A nivel geográfico hemos avanzado muchísimo», explica Linares. «El gran salto», subraya, fue pasar de definir la temperatura umbral a partir de la cual se disparaban los ingresos hospitalarios y las muertes de nivel provincial a una división por zonas dentro de la misma provincia, el germen de las alertas de Meteosalud que comenzaron a funcionar el año pasado.
Este plan contempla que el umbral se activa cuando se alcanzan los 40,4 grados en la campiña cordobesa —el máximo—, mientras que se sitúa en los 23,9 °C en el literal oriental y occidental asturiano —el mínimo—.
Menos muertes por calor a pesar del aumento de temperaturas
En todo caso, las medidas tomadas desde entonces han sido exitosas, lo que ha permitido reducir las muertes por calor. «Los planes de prevención parece que están funcionando», apunta Linares.
“Los planes de prevención parece están funcionando“
Antes de 2004, por cada grado en que se superaba la temperatura de definición de ola de calor, la mortalidad de media aumentaba un 14%. Después de ese año, sin embargo, apenas crece un 2% por cada grado. O en otras palabras: «La posibilidad de morir con una temperatura de 30 grados, por ejemplo, es hoy en día mucho menor que hace 30 años», señalaba en una entrevista a este medio en mayo Hicham Acheback, investigador del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), y especialista en la relación entre calor y salud.
Llama aún más la atención esta disminución de las muertes cuando, desde 2003, las temperaturas no han dejado de subir y las olas de calor se han hecho más frecuentes e intensas a causa del cambio climático. «El reto ahora es que nuestros planes de prevención sigan siendo efectivos cuando cada vez alcancemos temperaturas más altas», plantea la investigadora del Instituto de Salud Carlos III.

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Tareas pendientes: reverdecer las ciudades y aislar viviendas
Aunque hay motivos para que celebrar esta mejora en salud pública, quedan tareas pendientes, incide Linares. No se trata ya tanto de protegernos individualmente, sino de inversiones públicas y de infraestructuras. «Falta que las administraciones se pongan un poco las pilas», comenta.
¿Cómo? «Ahora que ya todo el mundo sabe que hay que protegerse frente al calor, hay que tratar de mejorar las condiciones, como el aislamiento de las viviendas o aumentar las zonas verdes», responde.
Reverdecer las ciudades, detalla, se ha demostrado como una medida que «baja eficientemente la temperatura». Y no es solo cuestión de refugios climáticos, que funcionan «puntualmente», sino que «habría que tratar de conseguir que cuando pasees por la ciudad, todo sea un refugio climático».

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El otro gran asunto pendiente es, una vez abordadas las muertes de la población vulnerable, atajar las que se dan en población en edad laboral. Es decir, personas que mueren mientras realizan trabajos bajo altas temperaturas.
El Gobierno aprobó un decreto en 2023 planteaba medidas de protección para estos trabajadores. Esta medida obliga a que, si la Aemet emite un aviso naranja o rojo por altas temperaturas, la empresa modifique las condiciones de su empleado, reduciendo si hace falta su horario.

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Para Linares, no es suficiente. Los avisos de la Aemet llegan más tarde que los de Meteosalud en un 52% de las veces, señala, por lo que cree que la ley debería regirse por estos últimos, que tienen en cuenta más criterios que los puramente meteorológicos.
«No estamos protegiendo bien a esa exposición laboral», alerta esta experta, sobre todo de trabajadores al aire libre. Reducir el impacto en estos grupos y seguir adaptando a la población a pesar del aumento de temperaturas que se prevé para los próximos años será determinante para que podamos seguir hablando de éxito en la prevención.
Tomado de https://www.rtve.es/noticias/
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