Belgrado, Con el alma fortalecida por una hazaña que rozó lo imposible, la selección cubana de voleibol enfrentará hoy a Serbia en la Liga de Naciones, apenas 24 horas después de una épica victoria.

Porque lo de ayer fue mucho más que un 3-1 sobre Alemania. Fue una declaración de identidad, de amor por una camiseta. Varios de sus jugadores llegaron a Belgrado tras un agotador viaje transatlántico y, sin apenas tiempo para aclimatarse, caminaron directo del aeropuerto al hotel y de ahí, sin pausa, al terreno de juego.

   No hubo descanso. No hubo excusas. Solo un puñado de guerreros dispuestos a entregarlo todo por el equipo Cuba.

   Al mando de Jesús Cruz, técnico que ha sabido convocar no solo talentos sino fidelidades, los muchachos dieron un golpe sobre la mesa frente a una potencia europea, y lo hicieron desde la dignidad y la entrega.

   José Miguel Gutiérrez, con 20 puntos y un saque demoledor para cerrar el partido, fue el símbolo visible de un equipo que, en la adversidad, encontró su mejor versión.

   Jugadores como Javier Concepción, Massó o Yant, que militan en ligas profesionales fuera de la isla, no dudaron en colocarse bajo las órdenes del cuerpo técnico nacional. Lo hicieron con el orgullo del que sabe que el nombre que llevan en el pecho —Cuba— exige coraje, incluso cuando las piernas tiemblan de cansancio y el cuerpo pide reposo.

   El triunfo ante Alemania (19-25, 25-18, 25-22 y 25-21) fue también un impulso en la clasificación: los caribeños subieron al puesto 11 del ranking mundial con 254.46 puntos y revivieron sus esperanzas de acercarse al top 8 que da acceso a la final de la VNL.

   Hoy el desafío es otro, más emocional que técnico: enfrentarse a Serbia, última en la tabla con una victoria y tres derrotas, pero urgida de ganar ante su público. Cuba, todavía con el cuerpo adolorido, pero el corazón encendido, volverá a entrar a la cancha como lo hizo ayer: con la dignidad de los que creen.

Tomado de PL