En la Isla de la Juventud, la lucha contra el dengue no es estacional, ni pasajera. Es una batalla constante que exige conciencia y responsabilidad. Porque el mosquito Aedes Aeyipti no descansa… y nosotros tampoco podemos bajar la guardia.
A veces pensamos que “eso no me va a pasar a mí”, que “mi casa está limpia” o que “ya fumigaron por aquí”. Pero la verdad es que basta un solo descuido, un recipiente con agua limpia olvidado en el patio, una tapa mal cerrada, una maceta con agua acumulada, para que el vector encuentre el lugar ideal para reproducirse.
Hoy más que nunca, debemos fortalecer nuestra percepción de riesgo. El dengue no es solo fiebre y malestar. Puede complicarse, puede poner en peligro la vida, especialmente de nuestros niños, ancianos y embarazadas. La prevención comienza con pequeñas acciones, pero salva grandes vidas.

¿Qué podemos hacer? Revisa tu casa cada día: techos, patios, cisternas, bebederos de animales, llantas viejas. Elimina los criaderos: voltea, tapa, tira o limpia cualquier objeto que acumule agua. Usa mosquiteros y si es posible, repelente. Si tú o alguien en casa presenta fiebre, dolor de cabeza o detrás de los ojos, acudan al médico de inmediato.
Los trabajadores de la salud hacen un esfuerzo titánico, pero sin la comunidad, no es suficiente. Las brigadas sanitarias recorren nuestras calles, pero es dentro de cada hogar donde se define esta lucha.
Aquí, en nuestra Isla, donde todos nos conocemos, donde cada vida importa, tenemos que actuar con responsabilidad y unidad. No esperemos a que alguien más lo haga. El dengue no toca la puerta: entra sin avisar.
Seamos parte de la solución. Prevenir es amar, cuidar, proteger. Y desde cada rincón pinero, enviemos un mensaje claro al mosquito: aquí no tienes espacio.
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