Quito, En el corazón del poder legislativo de Ecuador, el mural del maestro Oswaldo Guayasamín es un ícono artístico y político, símbolo elocuente de lo que se espera y exige del poder, pero hoy parece incomodar.

La ceremonia de posesión del presidente Daniel Noboa para un segundo mandato tuvo lugar el pasado sábado en el pleno de la Asamblea Nacional, justo frente a la obra, titulada La Patria.

A raíz del evento se abrió un debate en redes sociales donde algunos insinuaron que el mural, monumental y con una fuerza simbólica contundente, debería ser retirado de allí e ir a un museo.

Seguramente les estorba porque no tienen calidad moral para honrar cada una de las etapas de la historia del país que el maestro Guayasamín contó con su arte, comentó la exasambleísta de la Revolución Ciudadana Gisella Garzón.

Inaugurado el 31 de julio de 1988, el mural fue concebido para el entonces Congreso Nacional, en el mismo recinto donde hoy se desarrolla la vida parlamentaria del país.

En sus 23 paneles Guayasamín volcó su visión del dolor, la resistencia y la dignidad del pueblo ecuatoriano y latinoamericano.

Pintado en planchas de fibra de vidrio, el mural cubre un área de 300 metros cuadrados y se ubica justo detrás del estrado de la presidencia del Parlamento.

Está cargado de símbolos: madres que lloran, manos atadas, rostros de angustia, figuras humanas rotas por la injusticia y en el centro, una mujer grita con el puño en alto, como si interpelara a quienes gobiernan en su nombre.

Ante la discusión generada en las plataformas digitales el artista ecuatoriano de la plástica Pavel Egüez afirmó que lo que más molesta a la “oligarquía” es el panel sobre la injerencia de Estados Unidos y la CIA, “porque no es historia, es actual, representa al fascismo que apoya el genocidio como el de Palestina”.

Guayasamín, el pintor de la protesta y la ternura, entregó esta obra como un llamado constante a la conciencia social.

Más allá de su valor estético, La Patria es un recordatorio visual permanente de los ideales de justicia social, derechos humanos y dignidad que deberían guiar la labor parlamentaria.

En tiempos en que la política se disputa entre el espectáculo y la desconfianza, el mural de Guayasamín permanece y no permite olvidar el rostro humano de la historia.

“Si les incomoda la realidad, si les incomoda la historia (donde a partir de la miseria de la gente muchos se lucraron), pueden quejarse en sus cuartos. Pero el Estado y el pueblo tienen memoria y esa memoria decidirá siempre nuestro rumbo como país”, expresó el abogado y defensor de derechos humanos Fernando Bastias.

Tomado de PL