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Descubren un fósil de 125 millones de años que desmonta una teoría clave: los crustáceos que vivían en cuevas y acuíferos subterráneos no venían del mar

Publicación: 30 Abr, 2025

Categorías: Curiosidades

Un fósil descubierto en Líbano podría cambiar lo que sabíamos sobre cómo los crustáceos colonizaron las profundidades de las cuevas y acuíferos.

En las tranquilas colinas del sur de Líbano, en un paisaje que alguna vez estuvo salpicado de pequeños lagos y actividad volcánica, un descubrimiento fósil ha arrojado nueva luz sobre uno de los misterios menos comprendidos del mundo natural: el origen de las criaturas que habitan en las profundidades de cuevas y acuíferos subterráneos. Dos diminutos fósiles, con una antigüedad de 125 millones de años, podrían estar a punto de cambiar lo que sabemos sobre la evolución de los isópodos de agua dulce, un grupo de crustáceos que ha conquistado los hábitats más extremos del planeta.

El fósil que emerge de las sombras

Los fósiles, pertenecientes a una nueva especie extinta bautizada como Dysopodus gezei, fueron descubiertos en una formación geológica conocida como Grès du Liban, una serie de capas sedimentarias del Cretácico Inferior. Estas capas, formadas en un contexto lacustre —es decir, en antiguos lagos de agua dulce—, se encuentran cerca de la localidad de Jdeidet Bkassine y han preservado con una fidelidad sorprendente organismos que vivieron en un ecosistema muy diferente al actual.

Lo que hace que estos fósiles sean especialmente llamativos no es solo su antigüedad —que los sitúa en un período en el que los dinosaurios dominaban la superficie terrestre—, sino el entorno en el que fueron hallados: un ambiente exclusivamente de agua dulce, alejado de las influencias marinas directas. Esta particularidad contradice muchas de las teorías existentes sobre cómo los isópodos, en especial aquellos que habitan bajo tierra, llegaron a colonizar estos hábitats extremos.

Hasta ahora, la hipótesis dominante sobre el origen de los isópodos subterráneos de agua dulce era la del “relicto marino”: se pensaba que muchas de estas especies actuales habían quedado atrapadas en acuíferos y cuevas cuando los niveles del mar descendieron, aislando pequeños grupos de organismos que se adaptaron a la vida subterránea.

Ejemplar fósil utilizado para describir a Dysopodus gezei
Ejemplar fósil utilizado para describir a Dysopodus gezei. Fuente: Schädel et al. (2025), doi: 10.1098/rsos.241512

Sin embargo, la presencia de Dysopodus gezei en un ecosistema claramente dulceacuícola y sin señales de conexión marina directa en su entorno inmediato, sugiere una historia mucho más compleja y quizá más antigua. Este hallazgo ofrece evidencias de que algunas de estas especies podrían haber evolucionado directamente en lagos de agua dulce, sin pasar por un estadio marino intermedio. Es decir, no todas las especies subterráneas serían reliquias de mares antiguos, sino que algunas habrían surgido en ambientes continentales desde mucho antes de lo que se creía.

Una criatura modesta, pero reveladora

Aunque de tamaño reducido —los ejemplares miden entre 1,8 y 2,5 cm—, Dysopodus gezei presenta características morfológicas que lo vinculan a un grupo de isópodos conocido como Cirolánidos. Este grupo es conocido por su diversidad ecológica: incluye especies que viven en los océanos, otras en aguas salobres, y algunas en ambientes subterráneos de agua dulce.

La nueva especie muestra una sorprendente similitud con sus parientes actuales no parasitarios, lo que sugiere que ya en el Cretácico había linajes de isópodos adaptados a la vida dulceacuícola. De hecho, su estructura corporal, con un cuerpo alargado y un aparato locomotor bien desarrollado, parece indicar un modo de vida activo en el fondo de estos lagos antiguos.

La reconstrucción paleoambiental del lugar en el que se encontraron los fósiles revela un sistema de lagos poco profundos, ricos en materia orgánica y rodeados de actividad volcánica. Los sedimentos, conocidos como disódiles, han permitido preservar con gran detalle la morfología de los fósiles. Análisis geoquímicos de estos estratos indican la presencia de algas de agua dulce y bacterias, sin señales de salinidad marina. Además, los restos fósiles de otros organismos, como larvas de efímeras y caracoles pulmonares, refuerzan la idea de un ecosistema totalmente dulceacuícola.

Todo esto contradice de forma directa la posibilidad de que los isópodos hayan llegado allí desde el mar y luego se hayan adaptado, y sugiere que evolucionaron directamente en estos ambientes continentales.

Implicaciones más allá del fósil

Este descubrimiento va más allá de la descripción de una nueva especie fósil. Pone sobre la mesa una pregunta fundamental en biología evolutiva: ¿de dónde vienen los animales subterráneos que habitan nuestras aguas dulces?

En la actualidad, muchas cuevas y acuíferos subterráneos en el Mediterráneo y otras regiones contienen isópodos que viven en total oscuridad, a menudo sin ojos y con adaptaciones extremas. Hasta ahora se pensaba que todos ellos eran descendientes de especies marinas que quedaron atrapadas durante los cambios en el nivel del mar. Pero Dysopodus gezei abre la puerta a la posibilidad de una segunda vía evolutiva: una que tiene su origen en antiguos lagos de agua dulce como los del Líbano cretácico.

Si se confirma esta hipótesis, el hallazgo cambiaría por completo la manera en que los científicos entienden la colonización de hábitats extremos, como cuevas y aguas subterráneas. Y también podría tener implicaciones en la conservación de estas especies, muchas de las cuales están hoy en peligro por la contaminación de acuíferos y la destrucción de hábitats.

Detalle de la cabeza del fósil tipo de Dysopodus gezei
Detalle de la cabeza del fósil tipo de Dysopodus gezei (CRU 63124/1). A la izquierda, imagen microscópica en luz blanca; a la derecha, reconstrucción tridimensional de la superficie mediante técnicas de iluminación multifuente. Se aprecian estructuras como las antenas, antenulas, ojos compuestos y los dos primeros segmentos del tronco. Fuente: Schädel et al. (2025), doi: 10.1098/rsos.241512

A pesar del estado excelente de los fósiles hallados, los investigadores creen que aún hay mucho más por descubrir. La presencia de más ejemplares permitiría estudiar en detalle la morfología interna del animal, su aparato bucal, su reproducción, e incluso la estructura de sus órganos sensoriales.

Además, al comparar este fósil con especies vivas, se podrían establecer vínculos filogenéticos más precisos que ayuden a aclarar cómo se diversificaron los isópodos de agua dulce en el pasado. Todo ello podría contribuir a una mejor comprensión de cómo se han desarrollado los ecosistemas subterráneos actuales, que siguen siendo uno de los entornos menos explorados del planeta.

Reescribiendo la historia subterránea

El descubrimiento de Dysopodus gezei es una muestra de cómo pequeños hallazgos pueden tener un impacto enorme en el conocimiento científico. A menudo, la paleontología revela detalles de un pasado remoto que nos obliga a replantear lo que creíamos saber. En este caso, el fósil no solo añade una nueva especie al registro fósil, sino que también nos invita a imaginar un mundo perdido de lagos prehistóricos, criaturas adaptadas a la oscuridad, y conexiones evolutivas que aún permanecen ocultas bajo nuestros pies.

La investigación continúa, y los paleontólogos esperan que nuevos descubrimientos en el sur del Líbano, y en otras regiones con formaciones similares, aporten más pistas sobre este antiguo rompecabezas evolutivo. Mientras tanto, Dysopodus gezei se alza como un embajador silencioso de un capítulo olvidado de la historia natural: el origen inesperado de la vida en la oscuridad.

Tomado de Muyinteresante

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