Bajo el ardiente sol bayamés, estirpe de valientes e idealistas, nació un miércoles 18 de febrero de 1819, Pedro Felipe Figueredo Cisneros, autor del himno nacional, cuyo nombre se achicó hasta el cariñoso apodo de Perucho, como si los astros previeran que este cubano, se bautizaría en un hermano, un amigo, un símbolo para todos los cubanos.
Su formación intelectual, fue un crisol de ideas: la música, el teatro y la poesía se hicieron habituales en la vida del patriota cubano. Su villa natal le ofreció el alma, para forjar el camino de la libertad.
Según relata el patriota Fernando Figueredo, las frecuentes excursiones campestres, sus atrevidas correrías por la ciudad y sus contornos, acompañado de niños de su edad, fortalecieron su cuerpo. La mayoría de esas andanzas las compartió con otro muchacho que marcaría su vida: Carlos Manuel de Céspedes.
Por otra parte, el periodista cubano Pedro Antonio García rescata una descripción precisa del Perucho de esos años.
Alto, delgado, de cuerpo esbelto, y elegantes formas, de andar precipitado, aunque airoso y agraciado. Hombre cultísimo, de carácter dulce y comunicativo, siempre le acompañaba una sonrisa. Miope, necesitaba de los lentes constantemente. Educó a sus hijos, sin distinción de sexo, en la literatura y la música. Sus amistades bayamesas solían disfrutar las veladas en su casa, donde padre y retoños resaltaban por su talento.
Pero el mérito de este cubano rellollo radica en ser el autor de la Bayamesa, hoy el Himno Nacional que con tanto orgullo entonan los cubanos.
Según reseñan los historiadores que la música la compuso en la clandestinidad y después, cuando con audacia fue tocada en público, surgió la inspiración de la letra, mientras cabalgaba por la plaza. Era agosto de 1868, dos meses antes de la gesta de la Demajagua.
La hermosura, fuerza patriótico y armonía del contenido, flama al combate y conserva la pasión emocionante del primer día. El Apóstol José Martí publicó su letra y música el 25 de junio de 1892 en el periódico Patria, cuando preparaba la nueva contienda independentista que estalló el 24 de febrero de 1895.
De igual manera, la vida del patriota Perucho Figueredo fue honrada y consecuente con sus ideales. Su voz, sin embargo, se alzó en una última frase: Morir por la patria es vivir.
Perucho, el bardo que se bautizó en soldado, el rebelde que se evangelizó en héroe, nos deja un legado de libertad y patriotismo que no se apaga. Su himno, su vida, su muerte, son un canto a la libertad que resuenan en el alma de cada cubano.
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