Para el adolescente Rodrigo Prats, ”Una rosa de Francia”fue la revelación de sus posibilidades como músico. Con solo 15 años dio vida a la criolla-bolero escrita por el poeta y abogado Gabriel Gravier.
Cuentan que una dama con rasgos afrancesados y esposa de un importante señor de Santiago de las Vegas mereció tal inspiración y prudencia.
El notable talento que Rodrigo heredó de su padre Jaime y su tío Jorge Anckermann, él lo hizo crecer en canciones, pregones, sainetes y notables zarzuelas como Soledad, María Belén Chacón y Amalia Batista.
Pero ”Una rosa de Francia” lo inmortalizó. Emergió en múltiples versiones sonoras la composición musical, y fue estrenada como danzón por el cantante Fernando Collazo, luego la voz singular de Barbarito Diez la hizo suya.
Prats sentía especial orgullo por ser danzonero y al género le dedicó su destreza en instrumentaciones para discos antológicos que grabara con su orquesta.
Reconocido creador en casi todas las variedades de la música popular cubana, dirigió la orquesta de la Compañía Teatral del célebre actor Arquímedes Pous, fundó o integró otras importantes agrupaciones, como la Sinfónica del Aire, la Orquesta de Cámara del Círculo de Bellas Artes, la Filarmónica de La Habana, y dirigió musicalmente el otrora Canal 4 y RHC Cadena Azul, de la naciente televisión cubana.
Fecundo y laborioso, maestro y amigo para quienes requirieron de él, solo su tío Jorge Anckermann lo supera como compositor cubano por la cantidad de música elaborada. Por millares se cuentan sus piezas, de incalculable valor patrimonial para el pentagrama criollo de todos los tiempos.
Si la magistral Amalia Batista fue su obra preferida, no fue menos acariciada, porque le dio su mayor fama aquella Rosa de Francia cuya suave fragancia es un regalo exquisito del arte sonoro nacional.
Tomado de RCH Katia Camejo Montpeller
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