El Pacto de Zanjón, firmado el 10 de febrero de 1878, fue un tratado de capitulación, aceptado por una parte de los dirigentes políticos y militares cubanos, que terminó con la Guerra de los Diez Años, sin garantizar el cumplimiento de ninguno de los dos principales objetivos de la contienda: alcanzar la independencia y eliminar la esclavitud.
El Convenio del Zanjón era un documento integrado por siete acuerdos o proposiciones de paz firmado por el Comité del Centro, que en composición de siete miembros, había sustituido a la Cámara de Representantes disuelta durante la Junta de San Agustín y que asumiendo ilegítimamente funciones del gobierno de la República en Armas, firmó dicho pacto con el general Arsenio Martínez Campos, capitán general de la isla de Cuba, en el cuartel español de San Agustín del Zanjón, Puerto Príncipe , actual Camagüey, del cual adoptó su denominación.
Durante el proceso de negociación entre las partes se fijaron las exigencias para la capitulación de las fuerzas cubanas y se franquearon las vías marítimas y terrestres para su libre movimiento en interés del pacto. Gracias a las hábiles maniobras políticas de Martínez Campos, en condiciones de total aislamiento de las unidades del Ejército Libertador entre sí, con el gobierno, y con el terreno abonado por una sucesión de indisciplinas y sediciones, el convenio del Zanjón fue aceptado por la mayoría de los cubanos en armas, con excepción de unos pocos jefes y oficiales, entre los que sobresalió el mayor general Antonio Maceo y Grajales, quien al frente de sus tropas no aceptó las bases y protagonizó la histórica Protesta de Baraguá.
La rebeldía y rechazo al Pacto del Zanjón también se manifestaron en otras localidades, como fue el caso del comandante Ramón Leocadio Bonachea, quien continuó combatiendo en el territorio villareño hasta su protesta en Jarao.
Maceo calificó el Pacto del Zanjón como “una rendición vergonzosa y por su parte inaceptable”. No obstante, el pacto fue un reconocimiento tácito, por los españoles, de la existencia de la nacionalidad cubana y de su beligerancia.
Máximo Gómez también describió la actuación de algunos cubanos en aquella circunstancia, de lo cual da fe su Diario de Campaña y El Convenio del Zanjón fundamentalmente.
El experimentado jefe mambí anotó en su Diario la desmoralización y el desconcierto que apreciaba en las filas insurrectas en la zona camagüeyana donde se encontraba, en lo que incidían las operaciones enemigas y la división de los cubanos, lo que llevaba a que algunos hablaran de firmar la paz aunque no hubiera independencia.
En los tiempos actuales toca sacar una moraleja ante ese suceso histórico, y reafirmar que los principios de la Patria, de la Revolución no se negocian, que ante pretensiones del imperio norteamericano de destruir este proyecto social seguiremos firme como nos enseñó Martí, Maceo y más tarde Fidel.
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