Este noviembre se cumplieron 22 años de la muerte de Fernando Borrego Linares, quien fuera conocido por su nombre artístico: Polo Montañez. Varias lecturas dejó su corta vida (falleció a los 47 años), sobre todo desde su llegada a planos impensables desde los códigos más ortodoxos del entorno musical: un hombre humilde, sin estudios académicos, un campesino rellollo y diáfano, de repente es una sensación dentro y fuera de Cuba; mientras sus canciones inundan, para bien, las más exigentes emisoras de radio, canales de tv, shows y demás plataformas afines al mainstream de la industria.
El ascenso del artista a esos elevados niveles tuvo varios afluentes, y uno para destacar es lo que pudiéramos describir como el matiz internacional de su obra, a cargo de José Da Silva, presidente del sello discográfico Lusáfrica. Hay que acotar que ya sea por las prácticas internas en que se mueve nuestra dinámica fonográfica, así como por las restricciones que afrontamos para colocar contenidos en vitrinas internacionales, por la segregación que nos impone el bloqueo económico a la Isla, casi de forma unánime la única vía para tales fines es que sellos internacionales, colaboren o accedan directamente a nuestros catálogos. Así sucedió con Polo cuando la productora Maruchi Guerrero, por ese entonces representando a Lusáfrica en nuestro país, pone toda su atención en el guajiro natural, y se convierte en la persona que diseña toda su ruta fonográfica y promocional.
Tal vez algunos piensen que significó una fórmula mimética a lo ocurrido en 1997 con Nick Gold y el Buena Vista Social Club, o en otros encuentros similares entre músicos cubanos y productores internacionales; pero aunque coincidan maneras y procederes propios de la industria, estos difieren en cuanto a conceptos, mercados, alcances y narrativas. A su vez, ello no niega el rol dialéctico de la música y su sustentabilidad comercial y generadora no solo de espiritualidad, sino también de ganancias en metálico; pero intentar comparaciones entre proyectos válidos, aunque con diferentes ramificaciones, es un desconocimiento del funcionamiento entre unas y otras.
Así, nuestro Polo rompe moldes en varios sentidos, y su talento logra encontrar otros horizontes, llamando la atención de público y crítica especializada, y se concretan tales pasos en discos que nacieron de esa fertilidad creativa. Incluso, algo que ha sorprendido a todos es la gran obra inédita del artista que, después de su muerte, ha podido compilarse e interpretarse por el grupo que lo acompañara durante años, y que tomó su nombre desde 2002, como homenaje a su legado musical. De esta etapa se ha lanzado Joyas del Guajiro (Lusáfrica/Bis Music, 2024), el cual contiene diez canciones escritas por Polo, entre 1999 y 2002.
De muchas maneras, Polo sigue siendo un referente importantísimo para la música cubana, aunque le seguimos debiendo versionar sus canciones en otras zonas de la interpretación a nivel nacional.
Tomado de RHC Fuente: Granma
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