“Dominicano de nacimiento y cubano de corazón”, así se definía Máximo Gómez Báez, quien vio la luz el 18 de noviembre de 1836 en un poblado rural de Santo Domingo, y llegó a ser el Generalísimo del Ejército Libertador en Cuba.
Hace 188 años de su natalicio y la huella de Máximo Gómez permanece en la memoria de Cuba, su segunda Patria. Desde muy joven tuvo una gran sensibilidad ante la injusticia y la esclavitud, por lo cual dedicó más de la mitad de su vida a la causa independentista.
Este destino que se fue haciendo certeza en Gómez desde su arribo Cuba en 1865, procedente de tierra dominicana. Se unió a Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de 1868, y enseguida se destacó por aplicar tácticas guerrilleras contra el imperio peninsular. En la primera carga al machete de las tropas mambisas bajo su liderazgo causó unas 200 bajas al enemigo.
Ello resultó el comienzo de la extraordinaria trayectoria de quien sería considerado por renombrados militares extranjeros como “El primer guerrillero de América”, y le valió para ser ascendido a General por Carlos Manuel de Céspedes.
Luego del Pacto del Zanjón y el destierro por 17 años, por solicitud de José Martí contribuyó en la preparación de la Guerra Necesaria, y se unió a una nueva contienda por la Independencia de Cuba. Entonces reverdeció su excepcional talento militar y, junto a Antonio Maceo, llevó la invasión de Oriente a Occidente, entre otras muchas hazañas.
Después de la muerte de Martí y de Maceo, fue Gómez la máxima figura de la Revolución, el veterano que tendría que sufrir la intervención yanqui que frustró sus ideales con el establecimiento de la neocolonia en 1902 y Tomás Estrada Palma como presidente.
Años después, cuando, poco antes de culminar su período presidencial, Estrada Palma decidió reelegirse de forma fraudulenta, el invicto jefe del Ejército Libertador se opuso decididamente.
En junio de 1905 realizó un viaje a Santiago de Cuba para, sobre todo, continuar con su campaña contra la reelección de Estrada Palma. Allí enfermó de una septicemia que le causó la muerte pocos días después.
Fue esta la última batalla de Máximo Gómez por Cuba libre, pero dejó su valioso legado a las generaciones.
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