Fue fatal aquel 8 de octubre en la selva boliviana. Lo fue desde antes del amanecer, cuando aún dormían, sobre el suelo frío de la Quebrada del Yuro, el Che Guevara y los 17 guerrilleros que habían sobrevivido a los combates de días anteriores.
Quizás, al despertar, NO sabían que habían sido vistos por un ganadero, y que este los había delatado. Acaso, en principio, salieron de sus lechos de rocío para “calentar sus huesos” al despuntar el Sol. Entonces, probablemente, presagiaron que el ejército se les vendría encima, y que aquel iba a ser un día aciago.
A las once de la mañana comenzó el combate. El grupo comandado por el Che logró capturar al suboficial Mario Terán -el mismo que luego ejecutaría al Jefe guerrillero -, y causar dos bajas a la compañía del ejército boliviano.
Era “fuego cruzado” el aire de la Quebrada… El Che buscó salir de la emboscada seguido por algunos de sus hombres, pero una ráfaga de ametralladora los detuvo: un disparo lo hirió a él en su pierna derecha, otro impactó su carabina, inutilizándola; y un tercero “le voló” la boina negra de la cabeza. Así, completamente desarmado, Ernesto Guevara de la Serna, fue cercado por tres Rangers, y capturado. Eran las dos y cuarenta y cinco de la tarde.
Pasada poco menos de una hora el Ejército daba el parte al gobierno de Bolivia que obedecía los mandatos de la CIA en relación con el Che: “A siete kilómetros de Higueras, en la Quebrada de “El Churo” logró su acción. Hay tres guerrilleros muertos y dos heridos graves. “Ramón”. (“Ramón” era uno de los nombres en clave del temido guerrillero, Che Guevara).
La respuesta NO se hizo esperar: Por radio y telégrafo llegó una orden del comandante del 8vo. Cuerpo de Ejército, el general Zenteno: “No queremos sapos perezosos, los queremos a todos cansados”. En la jerga que utilizaban los “sapos” eran los guerrilleros. Y decir que los querían “cansados” indicaba ejecutarlos.
Al Che lo llevaron caminando y escoltado hasta “La Higuera”. En ese trayecto le fue tomada su última foto con vida. Al anochecer llegaron con él a la “escuelita”.
Allí lo dejaron, herido y sin alimentos, hasta que se diera la “orden definitiva”. Está llegó cuando los almanaques marcaban el 9 de octubre de 1967; la hora en que el Che solo esperaba los disparos que, al parecer de sus verdugos, lo derribarían para siempre.
Escuche en la próxima emisión acerca de los sucesos de aquel día…. Hace 57 años, pero sigue viva la voz, el grito de “Hasta la Victoria Siempre”.
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