El inicio de octubre marcó un hito en la historia de México. Este martes, por primera vez en 200 años de independencia, una mujer asumió la presidencia de esa nación.
Se llama Claudia Sheinbaum, es científica, estudiosa del cambio climático, la primera mujer que asumió cargo a nivel presidencial, también la primera en ingresar en la universidad de México para hacer un doctorado. Claudia es madre, abuela, esposa, mujer de fe, e hija de padres de ciencia.
Quizá, para algunos en esta ínsula, su elección e investidura como jefa de Estado del país azteca carece de trascendencia. Sin embargo, el hecho “toca” de cerca a nuestra área geográfica, especialmente a los pobres. Por eso en la toma de posesión estuvo la delegación cubana y la de otros países con vínculos histórico culturales con México.
Claudia Sheinbaum es “de izquierda”, puso a prueba su ideología desde que era estudiante de física en la casa de altos estudios de Cuidad de México, y en lo adelante, sin ocultamientos, desarrolló un activismo político que no pasó inadvertido para sus conciudadanos, entre ellos los desposeídos, que son tantos. Y por eso, la amplia mayoría votó por ella en los recientes comicios.
En lo particular, repasando las noticias, me impresiona esta mujer que asistió a asumir su cargo con un vestido bordado por indígenas de Oaxaca. También que, pocas horas antes del acto, revelara la imagen institucional que tendrá su gobierno.
Es un “logo” donde una joven mexicana, con atuendos tradicionales, mira hacia la izquierda. “Es un reconocimiento a todas las mujeres y su lucha histórica, símbolo de las luchas del pueblo por alcanzar la justicia”, dijo Claudia a quienes estaban en las calles para darle sus aplausos y parabienes.
Enunció que se mantendrán todos los programas del bienestar; que se tomarán decisiones para cuidar a las mujeres mayores, a los niños y niñas; y afirmó que la salud y la educación no son privilegios ni mercancía, sino derechos del pueblo de México, entre otras acciones de beneficio colectivo.
Y al referirse a la política exterior, hizo referencia, entre otros objetivos, al camino de fortalecimiento de la relación económica y cultural con los países de Nuestra América.
La toma de posesión de Claudia Sheinbaum como presidenta de México, no es un hecho aislado, cuando hoy se ocupa “un situ” de enrumbar la recuperación en el Estado de Guerrero, donde el reciente huracán John devastó esa zona costera del Pacífico mejicano.
Claudia verá de cerca los deslaves e inundaciones en aquellos Cerros que dejaron, entre los pobres, decenas de muertos, derrumbe de viviendas, puentes, comercios y cementerios. Y quizás, haya muchas respuestas por parte de quién es también Premio Nobel de la Paz, junto a su equipo de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU. En lo sucesivo, la presidenta tiene un enorme desafío por delante.
Está por verse si logrará cumplir sus promesas, entre ellas, disminuir el 36% de pobreza que tiene el país, aumentar el salario mínimo, y mejorar el sistema judicial para que los delitos no queden impunes.
Sin duda una labor difícil; una responsabilidad que estará sobre los hombros de una mujer los próximos 6 años. Claudia Sheinbaum, presidenta, es asunto que nos incumbe y conmueve.
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