Este año, por trigésimo segunda ocasión, la Asamblea General de Naciones Unidas deberá aprobar el informe “Necesidad de poner fin al embargo económico, comercial y financiero, impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba”.
Se trata de un reclamo/denuncia que la Mayor de las Antillas lleva a ese cónclave desde el año 1992. Desde entonces la comunidad internacional expresa el rechazo casi unánime a esta cruel política que, a la altura de tres décadas, es bien calificada como genocida.
Recordemos que el bloqueo comenzó en 1960 y se fue endureciendo en diferentes momentos históricos, buscando siempre “golpear sobre la llaga” en el país antillano.
Para NO ir muy atrás en tiempo, es preciso mencionar que durante la etapa más aguda de la pandemia de Covid-19 en Cuba, Washington recrudeció el cerco económico, comercial y financiero. Al cierre de 2023 los daños provocados por el cerco promedian un billón 337 mil millones de dólares, cifras letales para cualquier economía del mundo.
“Genocidio” es el calificativo más adecuado para esta inhumana política: la comunidad internacional lo rechazará sin dudas una vez más, y de seguro, sin éxito tangible.
Lo ideal sería que el gobierno de Estados Unidos escuchara las voces que se pronuncian en contra. Sin embargo, hará “caso omiso” porque molesta tener un país socialista a 90 millas, o porque el rencor hacia la Revolución cubana, por soberana y justa, pareciera ser infinito.
De modo que continuarán las restricciones unilaterales externas, la exclusión de Cuba de mecanismos e instrumentos financieros internacionales, la estrechez económica y los obstáculos de todo tipo para el desarrollo.
Todo esto y más lo recoge el informe que será presentado hoy por el canciller Bruno Rodríguez Parrilla. En su momento será llevado a la Asamblea General de la ONU, se someterá a votación y, no cabe dudas, será aprobado.
Estados Unidos hará “oídos sordos”; pero si bien es cierto que no basta con que la mayoría de las naciones del orbe apoyen a Cuba, SÍ es importante que la Mayor Potencia del mundo “se quede sola” en su política exterior hacia la isla caribeña.
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