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Gana  la verdad y la democracia en Venezuela

Publicación: 17 Sep, 2024

Categorías: Isla de la Juventud

“Nicolás Maduro Moros es ratificado como presidente de Venezuela para el periodo constitucional 2025-2031, elegido por la mayoría del pueblo en los comicios del 28 de julio”. Así lo sentenció la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia en ese país.

Se trata de que el más alto tribunal de esa República lo certificó de manera irrestricta, respaldado por las actas de escrutinio de cada una de las máquinas de votación desplegadas en el proceso electoral; también avalado por el peritaje exhaustivo del material entregado por los excandidatos y Partidos participantes en el sufragio que “tuvieron a bien” “cantar” fraude.

Tras el veredicto, queda un “escarceo” que involucra a periodistas, expertos electorales, políticos, académicos y líderes sociales. Así mismo “generadores de contenido” siguen hurgando, (con o sin herramientas) en la legalidad del proceso.

Lo hacen poniendo en duda el desempeño “serio y legal” de todas las instituciones implicadas (y con todos los venezolanos que las integran calificados por ellos de fraudulentos y tramposos. 

¿Será que lo son? Será que todos se pusieron de acuerdo para violar la democracia y “darle la presidencia” a Maduro sin haber ganado las elecciones? Quien analice a fondo el contexto al que me referiré a continuación coincidirá conmigo en que la respuesta es no.

Maduro es el presidente de la hermana República Bolivariana de Venezuela porque así lo decidió su pueblo. De ser un engaño por parte de quienes contaron los votos el 28 de julio, y ahora del Tribunal Supremo, se corre el riesgo de que algunos de sus miembros lo denuncien, porque, ya se sabe, “ningún crimen es perfecto”. Además (hablando de vergüenza entre los candidatos) sobresale la del Partido Socialista Unido de Venezuela.

Cuba respalda ese triunfo. Lo celebra, porque se trata de una victoria sobre el amasijo premeditado para recalentar redes sociales, primeras planas, editoriales y noticieros de grandes medios de comunicación para “colocar” la subjetividad en la mente de las personas; o, lo que es lo mismo, poner a la gente a “pensar con la barriga”, y a saciar sus apetitos a costa de vender el país.

Guerra de colores le llaman; guerra que superó la conocida como la de “Cuarta Generación”. El griterío digital resultante de millones de ataques cibernéticos pagados desde el exterior para aplastar la verdad de Venezuela antes, durante y después de los comicios, hoy tienden a confundir a algunos, incluidos algunos “amigos” de la región.

Pero la verdad se impone: una de las pruebas es que el candidato predilecto, Edmundo González Urrutia, (y el que más alto cantó fraude) no asistió a las vistas del Tribunal, ni presentó las actas de escrutinio, ni el listado de testigo, ni material electoral alguno. “Encendió la candela” y se fue a contemplarla desde lejos. Acaso le daba lo mismo “ganar” las elecciones, porque él solo era la “punta de lanza”.

“Punta de lanza” quiere decir el “Carlos Andrés Pérez de las décadas de los 70 hasta los 90, un hombre que “repetía a su pueblo los mandatos del Norte”. También fue “Punta de lanza” Juan Guaidó, pero más cercano en el tiempo, cuando ya se sabía que en la base de toda disputa por la presidencia de Venezuela están los grandes intereses foráneos sobre reservas petroleras y naturales del ese hermano país.

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