Considerado uno de los más notables compositores, pianistas y pedagogos del siglo 19, Ignacio Cervantes resulta un ícono en el desarrollo de la música en Cuba.

Nació Cervantes un día como hoy de 1847, en La Habana. Niño prodigio, fue iniciado en piano por el reconocido intérprete Juan Miguel Joval, y más tarde continuó su formación gracias al compositor Nicolás Ruiz Espadero. Su talento enseguida se hizo notable, y por eso pudo estudiar en el conservatorio de París, donde mereció el Premio de Composición en 1866, y de Armonía en 1867.

Tras su regreso, realizó una serie de conciertos a lo largo del país, recaudando dinero para la Guerra de los diez años. En esas actividades fue sorprendido y expulsado de la isla junto al músico José White. Antes de partir escribió su emblemático tema “Adiós a Cuba”, que más cercano en el tiempo, interpretaría magistralmente nuestro Frank Fernández.

En Estados Unidos y México, Cervantes ofrecía conciertos para ayudar a mantener la guerra de independencia. Después del Pacto del Zanjón, y con la amnistía general, volvió a su Patria.

Ejerció como conductor de la Compañía Cubana de Opera del Teatro Payret junto a su hija, la pianista y cantante María Cervantes… Entre sus piezas más notables están la opera Maledetto, la sinfonía de cámara Scherzo, varias Zarzuelas, y las Danzas cubanas conocidas hoy en todo el mundo y, aunque alejadas en el tiempo, deleitan por el sello nacional que las distinguen. Ignacio Cervantes murió en la primavera de 1905, pero quedó su legado. Y quedó él en la memoria del pueblo como uno de los primeros músicos del continente americano en identificar su obra musical con el sentimiento nacionalista y en enfocarla a su Patria.